Restando los justos nueve meses para que se lleven a cabo las próximas elecciones parlamentarias, el país no ha logrado engendrar el Congreso que necesita dar a luz el próximo mes de Marzo y solo unas pocas propuestas se escuchan.
Si fuere del caso aplicarle al Senado y Cámara de Representantes, la autorización que concediere la Corte Constitucional, para terminar con la vida de algunos seres, a este Congreso habría que haberlo abortado hace ya buen tiempo, por cuenta de las malformaciones con que estas criaturas fueron paridas.
Primero la permanente discapacidad para aplicar adecuado control político, surgida por un lado, de un diario y constante maridaje entre una sociedad que censura en lo público el clientelismo y en privado lo promueve, no hay colombiano que no tenga al menos un primo desempleado; y por otro lado por las viscerales actitud de aquellos que se pretenden como oposición.
Luego la hipotonía para abordar y tramitar los grandes problemas del país, pues en Colombia la agenda de trabajo la han impuesto quienes quieren mantenerse como carceleros del Estado, en tanto en el mundo los parlamentos debaten sobre las medidas que en materia económica es necesario tomar para reactivar el aparato productivo.
De la discapacidad cognitiva ni hablemos, baste recordar la irónica expresión de aquel congresista que reconocía públicamente no haber pronunciado frase alguna en el “sagrado recinto” de la democracia; el cumplimiento de la real misión que le fuere encomendada no requiere el ofrecimiento de palabra pública.
De otra parte, la natural dinámica política, así como las diferencias dentro de las bancadas o con el gobierno, ha llevado al anticipo de la salida hacia otros rumbos de congresistas que han dejado interesante huella, como es el caso de la ex senadora Gina Parody.
Finalmente por suficiencia en la ilustración nacional, a pesar de no tener certeza de que tanto es lo que sabe y que tanto lo que no, no es necesario extenderse con el asunto de la Parapolítica, el cual terminará con absolución o condena judicial, pero que sabe Colombia, que este se constituye en una de las páginas mas negras de nuestra historia.
Ante este panorama y por el bien de la patria, es necesario parir un nuevo Congreso, uno que represente a los colombianos y sus territorios, uno lo menos permeado posible de las fallas de nuestra sociedad, en tanto sus miembros serán llamados “honorables”.
Una propuesta como la de Sergio Fajardo, de consolidar una suerte de selección Colombia, es una invitación al país a elegir a aquellos que represente nuestros ideales mas que nuestros intereses.
