En materia de cobertura en educación superior, el Departamento del Meta, cabeza de desarrollo de la región de la Amazorinoquia, contaba para el año 2005, según el Ministerio de Educación Superior, con una oferta que llegaba al 16,1% de la población, es decir que solo 1 de cada 6 personas que debieran acceder a la universidad lo hacen efectivamente.
En el resto de la región la situación es peor, pues le sigue el Caquetá con el 11,4% y Casanare, con el 7,8%, encabeza el lote de los ocho departamentos “coleros”, todos ellos, por supuesto, de la Orinoquia o la Amazonia. Esta es una situación que ofrece gran desventaja para nuestro desarrollo, mas aún, si se hace comparación con regiones como Santander o Atlántico cuya cobertura es cercana al 30% o Risaralda y Antioquia cercanas al 25%.
La actual política ha hecho énfasis en al menos tres aspectos, cobertura, la cual no se puede negar ha mejorado; Calidad, pues bajo el accionar de la Comisión Nacional de Acreditación se han venido certificando tanto programas como instituciones para garantizar que no existan mas Universidades de “garaje” y finalmente pertinencia, que propende por que los programas que se ofrecen sean aquellos que necesita el país.
A pesar de existir avances, no se ha logrado lo suficiente; los recursos girados a las universidades para fortalecer la oferta no han crecido en forma real y el intento que hizo el gobierno nacional por mejorar la distribución de ellos, mediante la constitución de una “bolsa” a la que fuera una porción de los presupuestos para luego redistribuirlos premiando la eficiencia, fue truncado por una demanda de inconstitucionalidad interpuesta por la Universidad Nacional, hoy por hoy, la mas cara del país.
De otro lado aquellos entes territoriales que cuentan con recursos excepcionales, como las regalías, caso Meta y Casanare, muy poco esfuerzo hacen para que esta “lotería”, sea empleada en mejorar la educación superior. Logran eso si, causar un doble mal, pues a su mínima contribución, concurre también la vigencia de la cultura que niega oportunidades a quienes desean un desempeño profesional recto o libre de “politiquería”.
La educación superior requiere un “salto”, no es suficiente con las actuales asignaciones que ofrece el gobierno nacional. Un incremento ostensible del presupuesto, unido a una revisión del modelo que subsidia la “oferta”, el cual gira los dineros directamente a las universidades sin claras contraprestaciones de eficiencia, para pensar en uno que subsidie la “demanda”, estimularía al mismo tiempo buenos resultados tanto calidad como en cobertura.