ROBERTO GERLEIN ADVERTÍA HACE poco que si los conservadores no encontraban un líder pronto podrían “acabarse”.
Ernesto Samper en entrevista sobre el pleito judicial entablado a la periodista Claudia López observó al margen que los liberales están en el 5% (de respaldo popular) habiendo alcanzado el 60% en el pasado; y, concluyó diciendo que “o el Partido vuelve a convocar a los sectores sociales que abandonó y define claramente su espectro ideológico, o está condenado a desaparecer”. Si en los partidos políticos tradicionales llueve, por el lado de los nacientes Partido Verde o Polo Democrático Alternativo no escampa. Peñalosa socava el principio del “no todo vale” con sus coqueteos uribistas, Petro patea el tablero al no encontrar respaldo para quedarse con la presidencia del Polo, mientras el MOIR, la Anapo y el Partido Comunista se aferran a sus identidades y estructuras del pasado impidiendo la construcción de un partido de izquierda democrática con futuro.
Menor conciencia de su indefinición ideológica se presenta en Cambio Radical y en el Partido de la U. Mientras la agrupación del ministro Vargas Lleras sufre una crisis de identidad y se debate pragmáticamente entre el liberalismo y el uribismo, el autocrático Partido de la U viola los principios democráticos que deben orientar la organización partidista. Con un golpe de mano propio de monarquías absolutistas, la cúpula (de uno) del Partido de la U se atribuyó la facultad de confirmar o no los avales a candidatos escogidos por los directorios territoriales para las próximas elecciones locales y regionales. Se trata de una medida desesperada para recoger y controlar las riendas de caudas electorales que se escapan como agua entre los dedos ante la ausencia de subsidios y privilegios.
La crisis de identidad ideológica que sufren los partidos es producto de su prolongada captura por los circuitos del poder burocrático (clientelismo) y del dinero (lícito e ilícito), así como de su desconexión con la fuente última que les otorga su legitimidad: una ciudadanía autónoma y deliberante. Precisamente los bajos índices de calidad educativa y de participación electoral, que se pretenden borrar mediante la manipulación legal del censo electoral, indican lo mucho que nos falta recorrer para alcanzar la conciencia autónoma propia de una democracia madura. El voto independiente por el Polo en 2006 y por el Partido Verde en 2010 son signos, aunque incipientes, de una sociedad civil crítica e inconforme. Si el aumento de la conciencia política de las nuevas generaciones persiste y logra conectarse con las bases sociales, podría contribuir a la modernización de la sociedad y al fortalecimiento de la cultura política de una población entre apática y resignada.
Las posturas ideológicas del Gobierno son, por ahora, ambivalentes y cuestionan la pertinencia de la “tercera vía” a la colombiana. Por un lado la coalición regente ofrece aprobar simbólicas leyes sobre reparación a víctimas, devolución de tierras y mayor equidad en el manejo de los recursos públicos y en el régimen impositivo para realizar con ello los derechos sociales de todos. Estos fines pretenden alcanzarse mediante inversiones privadas a gran escala en el aparato productivo y en los servicios públicos básicos. Es el caso de la explotación extensiva en lo forestal y agrícola (ver Proyecto de Plan Nacional de Desarrollo), de la gran minería y de las megaobras de infraestructura, todo lo anterior en desmedro de la sostenibilidad ambiental y sin consultar a los posibles afectados. De este envión privatizador y tecnocrático, la sociedad civil tendría que salir más fortalecida.