Colombia es un país que presenta en abundancia las dos peores formas de propiedad agrícola: la concentración de la tierra en pocas manos y la división excesiva de la misma en minifundios.
A priori, podríamos afirmar que el minifundio es consecuencia del latifundio, debido a que el desarraigo del campesinado lo ha llevado a establecer economías de subsistencia en pequeñas parcelas.
De esta premisa podríamos concluir que la solución al minifundio es la misma que pueda frenar el avance en la concentración de tierras. En la actualidad, existe consenso en los sectores liberales y progresistas de que la solución son las zonas de reserva campesina (ZRC), que buscan que en un área un propietario no tenga más de una unidad agrícola familiar (UAF) y que ésta sólo pueda ser enajenada a otro pequeño productor.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿una reforma agraria y el establecimiento de las ZRC constituyen el fin del minifundio? No necesariamente. Una reforma que le devuelva la tierra al campesino despojado violentamente y que proteja la propiedad democrática no evita per se que el minifundio se siga reproduciendo con el paso del tiempo. ¿Cómo evitar que una UAF, económicamente viable por sus dimensiones, no se convierta de una generación a otra en tantos inviables minifundios como herederos hubo del primer beneficiario?
Nuestra ley civil de sucesiones ordena el reparto por igual (o casi igual en sucesiones testadas) de los bienes entre los hijos. La muerte del propietario de una UAF significa alterar la propiedad, por cuanto ésta se divide en parcelas que se convierten en pedazos cada vez más pequeños; una tendencia a la perpetua disminución que desemboca irresistiblemente en el inviable minifundio, sinónimo de miseria campesina y a veces el mejor aliado del avance latifundista.
Además de impulsar una reforma agraria que les devuelva la tierra a los campesinos despojados y de crear ZRC para evitar que la historia se repita, deberíamos pensar también en buscar soluciones a la pulverización de las UAF por efecto de la transmisión patrimonial entre generaciones.
¿Por qué no pensar en prohibir la subdivisión de las UAF tanto en las sucesiones testadas como intestadas? ¿Por qué no abrir el debate sobre la introducción de la libertad de testar en el caso de las UAF? ¿No será viable permitir que el propietario de la UAF transmita la propiedad del predio a uno de sus hijos, mientras el Estado le ayuda a formar al resto de su prole en otro tipo de actividades? ¿No será mejor pensar en que uno de los hijos se forme para continuar con el cultivo del predio y que los demás alcancen profesiones que les permitan vivir mejor que si les tocara hacerlo de una propiedad fraccionada?
La libertad de testar tendría como principal efecto impedir que la propiedad se divida excesivamente, de tal suerte que las porciones de tierra no puedan proveer al mantenimiento de una familia. Se trata de una alternativa complementaria a la reforma agraria y a las ZRC, cuyo fin es frenar la reproducción futura del minifundio, la principal trampa de pobreza del campesinado.