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Planeación autista e invierno feroz

Rodrigo Lara

01 de diciembre de 2010 - 12:12 a. m.

LA NATURALEZA EN COLOMBIA ES INclemente y la planeación del territorio es deficiente. La mezcla de estas dos calamidades explica los gravísimos desastres del invierno.

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La falla principal de la planeación del territorio reside en la deficiencia de los planes de ordenamiento territorial (POT). Son pocos los municipios que cuentan con la capacidad técnica necesaria para elaborarlos debidamente, por razones conocidas como la ausencia de un buen cuerpo de funcionarios de carrera y la consecuente burocratización politiquera de las alcaldías. Para cumplir con la obligación de formular el POT, se desarrolló un mercado de “consultores” con quienes los municipios subcontrataban su elaboración, lo que llevó en muchos casos a la proliferación de POT muy similares entre sí, que obedecían más a la necesidad de salirle al paso a una obligación legal que a un exhaustivo estudio del territorio municipal.

Los defectos del ordenamiento del territorio vienen de un error de concepción del proceso de descentralización, que consistió en pensar que bastaba con transferir recursos y competencias para que espontáneamente los municipios desarrollaran capacidades técnicas de gestión pública, sólo por tener que enfrentar responsabilidades concretas.

Pensar que los desastres naturales del país se pueden manejar o prevenir desde una oficina del Ministerio del Interior, es ilusorio. La solución reside en fortalecer la planeación de los municipios, pero esto no se logra ni con cartillas ni con cursitos de una semana.

Le corresponde a la Nación, por su papel tutelar y su tamaño, asistir técnicamente al municipio, la más pequeña célula de la organización política del país. Pero esto no se logra desde oficinas en Bogotá. Se necesita trasladar las capacidades técnicas de entidades centrales al territorio. La Oficina de Atención de Desastres del Ministerio del Interior debería contar con regionales en todos los departamentos del país, para que desde el terreno asesoren a los municipios y revisen los POT y su incumbencia en la prevención de desastres.

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Pero tal vez aún más importante sería llevar a los departamentos las cómodas oficinas del Departamento Nacional de Planeación (DNP). El DNP y su herramienta de trabajo, que es el Plan Nacional de Desarrollo, siguen existiendo de espaldas a una realidad descentralizada del gasto público y del poder político. Con cierto autismo, el DNP, con sus amplias nóminas de rebusque para consultores, persiste en existir ensimismado y acantonado en Bogotá.

No se entiende cómo el país descentralizó el gasto pero mantuvo centralizada la planeación. Es un absurdo; un DNP desconcentrado —es decir, más pequeño en Bogotá pero con regionales en los departamentos— podría ser una herramienta de asistencia técnica a los  municipios del país, lo que fortalecería sus capacidades técnicas a la hora de ejecutar competencias en materia de salud, educación y por supuesto en atención de desastres.

Adenda: En la columna anterior escribí que el interesante estudio de los profesores Adriana y Maurice Kuegler es del año 1998, cuando en realidad es de 2008. Pido disculpas por este despiste.

@Rodrigo_lara_

 

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