Camus, el diálogo y la polémica

Rodrigo Uprimny
03 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

Albert Camus distinguía entre el diálogo y la polémica, que son palabras que a veces asimilamos, pero que en cierta forma son opuestas.

“Diálogo” viene del griego diálogos y está conformado por “dia” (a través) y “logos” (palabra o razón). El diálogo es entonces buscar a través de la palabra el acuerdo y la verdad, como sucede en los diálogos platónicos. Según el DRAE, diálogo es la conversación en que dos o más personas manifiestan sus ideas o sentimientos, o es la discusión que busca lograr avenencias. Por su parte, “polémica” proviene del griego polemikos y está asociada a la guerra (polemos). Una de las definiciones de polémica, según el DRAE, es el “arte que enseña los ardides con que se debe ofender o defender cualquier plaza”.

Camus, luego de destacar que no puede haber vida humana sin diálogo, lamentaba que en su tiempo el diálogo reflexivo había sido “reemplazado por la polémica y el insulto” en que “millares de voces, día y noche, prosiguen, cada una por su lado, un monólogo tumultuoso”. ¿Qué caracteriza la polémica y la distingue del diálogo reflexivo, según Camus? “Consiste en considerar al adversario un enemigo, en simplificarlo y en negarse a verlo. A quien insulto ya no le conozco ni siquiera el color de su mirada, ni si de pronto sonríe y en qué forma lo hace. Enceguecidos casi totalmente por la polémica, ya no vivimos entre hombres sino en un mundo de siluetas”.

Camus escribió esas reflexiones poco después de la Segunda Guerra Mundial, una época de temores e incertidumbres, por la Guerra Fría y el miedo a un apocalipsis nuclear, pero también de esperanzas de lograr un mundo más libre, próspero y pacífico, como proponía la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, esa posibilidad de un mundo mejor parecía frustrada por las polarizaciones. El diálogo terminaba asfixiado por la polémica.

Esa época de Camus no es tan distinta a la nuestra y por eso su propuesta de recuperar el diálogo sigue siendo relevante.

El diálogo que defendía Camus y que comparto no consiste en evitar asumir posiciones difíciles ni en conciliar todo con el argumento de que cada uno tiene su verdad. En un diálogo genuino cada persona propone tesis y asume posiciones, incluso con pasión, pero debe estar genuinamente abierta a ser corregida por una evidencia que desconocía o por la superioridad de los razonamientos rivales.

El mundo sería mejor y las democracias serían más fuertes si hubiera más diálogo, que es la búsqueda genuina de la verdad y de acuerdos no violentos a través de la conversación, y menos polémica, que es el arte de defender a toda costa la posición propia, ofendiendo al opositor y tratándole como un enemigo a quien se niega incluso su humanidad. En el contexto de miedo e incertidumbre por el COVID-19, la apertura al diálogo reflexivo en vez de la polémica polarizante es casi una necesidad vital.

Posdata. Invitar al diálogo no es dejar de asumir posiciones. Creo entonces que Claudia López, que en general ha manejado bien la pandemia, la embarró al violar la cuarentena, pues la ley es para todos y como alcaldesa debe dar ejemplo. Por eso estuvo bien que pidiera disculpas. Pero es ridículo que la Fiscalía le abra indagación, pues es evidente que López no cometió ningún delito, sino a lo sumo una contravención sancionable con multa. Aunque su conducta encaje en el artículo 368 del Código Penal y pueda entonces ser, según el argot jurídico, “típica”, es evidente que no es “antijurídica”, pues no puso en peligro la salud pública, que es el bien jurídico protegido por ese tipo penal. Ningún juez la condenaría. ¿Por qué entonces, señor fiscal general, dilapidar recursos públicos en esa indagación que, por su protuberante irracionalidad, asemeja una persecución política?

* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar