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El testigo de nuestro espejo roto

Rodrigo Uprimny
24 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.

La obra en cuatro tomos ‘El Testigo’, del fotógrafo y periodista Jesús Abad Colorado, es dolorosa y dura de leer y contemplar, pero es al mismo tiempo bella y esperanzadora.

Estos tomos son devastadores porque recogen unas 700 fotografías de los 30 años como reportero bélico de Jesús Abad, quien ha ido a los lugares más apartados y peligrosos de Colombia para ser testigo de nuestra guerra.

Estos tomos contienen entonces imágenes desgarradoras sobre nuestras atrocidades: los hornos crematorios de los paramilitares de las Auc en Norte de Santander; el casco urbano destruido de Granada en Antioquia por los ataques de las Farc en 2000; el sepelio colectivo de las decenas de víctimas de Machuca en 1998; familiares con las fotos de sus seres queridos desaparecidos; encapuchados en la Operación Orión en la comuna 13 de Medellín en 2002 haciendo señalamientos de personas, muchas de las cuales resultaron posteriormente desaparecidas; caravanas de desplazados que huyen de las violencias, y muchos otros horrores.

No es pues una colección fácil de abordar. Pero no puede uno abandonarla después de abrir cualquiera de los tomos pues es estéticamente muy bella, una verdadera obra de arte, no sólo por la calidad artística de Jesús Abad sino también por la cuidadosa edición de María Belén Sáez de Ibarra, quien fue además la curadora de la exposición permanente de muchas de estas fotos en el Claustro de San Agustín de la Universidad Nacional. Ahora, gracias a esta colección, podemos conservar y mirar nuevamente todas estas imágenes, que a miles de nosotros nos conmovieron al visitar la exposición.

Estos tomos no son una simple colección de fotos desgarradoras sino que se acompañan de textos profundos, surgidos de conversaciones entre Jesús Abad y Sáez, que permiten conocer los contextos de las atrocidades y las identidades de las víctimas que por ello dejan de ser anónimas y nos son próximas.

Esta colección, además, a pesar del sufrimiento pasado que documenta, es esperanzadora y llena de futuro, puesto que recoge también las resistencias y los esfuerzos de paz y reconciliación no sólo de las víctimas sino de muchas más personas. Hay entonces también hermosas fotos de las mujeres wayuus en resistencia frente a la masacre paramilitar de Bahía Portete, o de las marchas contra el secuestro, o de las movilizaciones por la paz, o de los combatientes de las Farc en proceso de desmovilización y reincorporación. Igualmente Jesús Abad documenta liderazgos heroicos por los derechos humanos y la paz, como los de la comunidad de paz de Apartadó o de los habitantes de Bojayá.

Para lograr ese doble propósito de documentar el pasado de dolor y guerra pero en perspectiva de imaginar un futuro de paz y democracia, Jesús Abad recurre a la metáfora del “espejo roto”, que otros también han utilizado para caracterizar nuestra guerra. Nuestra identidad como nación está rota en mil pedazos por el conflicto armado. Somos un espejo destrozado. Pero esa imagen le sirve a Jesús Abad para darle un sentido ético, estético y esperanzador a su labor ya que busca “juntar los fragmentos de ese espejo para entender que de ahí podemos mirarnos como una sociedad con diferencias”. Y con futuro.

Las fotografías de Jesús Abad son entonces esos fragmentos de nuestras violencias pero también de nuestras resistencias, que nos permiten guardar la esperanza. En sus palabras: “He sido testigo de la ignominia pero también de la vida y de la resistencia de sobrevivientes que nos dan lecciones de reconciliación y nos enseñan a andar este camino”, que es reconstruir el espejo, nuestra identidad nacional, pero superando nuestras exclusiones y respetando nuestras diferencias.

Una obra ineludible, que puede ser adquirida en https://eltestigocoleccion.com/.

* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.

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