COLUMNA VERTEBRAL

Llamarada a los indiferentes

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Rubén Mendoza
14 de junio de 2018 - 06:47 p. m.
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(Sobre el voto mío y de otros este domingo)

 

Puede que la voz de uno no altere nada. Me negué por días a firmar cartas o dar la cara a quien me lo pidiera, pero crecía en mí la sensación de una mancha, de un reguero de sangre del que me hacía cómplice si al menos no intentaba, cómo no, quitarle un voto a la jauría que vuelve a tratar de despedazar a Colombia entre sus fauces.

Todos en fila detrás de Uribe sin ninguna vergüenza: toda esa masa de enemigos, charlatanes, chupasangre. Todos esperando su instrucción. Hasta el partido del propio Santos, haciéndole fila a su enemigo, a su verdugo, alistándose para que hagan trizas y luego prendan candela al único equilibrio medianamente logrado, y por ahí derecho a Colombia. Qué fila horrible la que está detrás de Uribe. Empezando por Duque y detrás toda la vergüenza de Colombia. Las mismas aves de rapiña, los mismos apellidos de siempre: Pastrana, Ordóñez, Morales, La U entera, la podredumbre de la Costa, los excrementales Gerlein y demases, la costra de lo que quedó del coscorronero, decenas de políticos sindicados, condenados, sin contar ni Kikos ni Popeyes ni apóstoles, y obvio también: César Gaviria. Pobres Gaviria: si hay algo más vergonzante que tener a un lagartico analfabeta como hijo, o sea a Simón, debe ser tener a Gaviria de papá, o sea César: la radiografía de cómo se mueve un político sin sonrojarse. De orilla a orilla, sin asco.

Toda la prensa nacional calla al tiempo lo que ayer mismo El País de España traía como portada en su edición internacional: nuevas pruebas que vinculan a los Uribe Vélez con la vocación del miedo, de la muerte, concretamente con los 12 apóstoles. Para rematar la fila una de las pestes grandes de este país ya por algo más de un siglo: el periódico El Tiempo, que da su voto al doctor Duque, el próximo vicepresidente de Colombia (como dijo el propio Uribe en un furcio profético… Uribe el “presidente eterno”, como a su vez lo llamó el futuro vice Duque, en otro). El Tiempo y otros tantos medios limpiando con papel periódico una historia de sangre y malversación inocultable. Da con orgullo su voto mientras acusa a Petro de no haber cambiado a Bogotá: tal vez la Bogotá que ellos habitan, pero ¿la que se niegan a ver? El Tiempo que era de Santos y ahora de Hambriento Angulo y detrás en la fila luego en la fila los periodistas sonrientes que son los que en realidad eligen cada cuatro años y ofician de pastores del resto de la fila: el rebaño de colombianos felices como ningún país del mundo, caminando hacia el matadero. Felices de hacer fila tras Uribe, no porque parezca un padre como dice Carolina Sanín aunque también, sino porque es un capo y buena parte de los colombianos tiene alma de lavaperros: le ecantaría cambiar su suerte de la noche a la mañana cuando corone el patrón, ser amigo del capo, del Don, dar la vida por el que ya nos cambiará la suerte, seguro, cuando la logre.

Tan dopados nos tienen que nos ponen a elegir a nuestro propio verdugo: muchas veces el lavaperros termina muerto en los colmillos de su amo, el que le quita la tierra, una retribución justa a su labor y su esfuerzo extra, a su salud, a su cultura. Duque propone alargar la jornada de trabajo, por ejemplo, porque el trabajo dignifica al hombre, según él, así sea en las condiciones indignas de patronazgo en las que ha vivido estancada esta ciudadanía náufraga: esa esclavitud que quieren alargar, legalizada con un sueldo infame. Esos robots baratos que son la clase obrera, que escasamente reúne plata para comer y poder tener fuerza de ir a trabajar para reunir plata para comer para poder ir a trabajar… para otro. Que lleguen bien cansados, que no quieran leer, que no vayan a un cine, que escasamente enciendan la morfina de las telenovelas y el noticiero de turno. Duque también piensa que hay que poner a trabajar a las niñas para evitar con esto el ocio y por consiguiente los embarazos adolescentes, como si la gente tuviera sexo por ocio y no por ganas, por ser humanos, por pasar por esta vida sin querer ser esclavo de otro 10 horas diarias y otras 3 de transporte, por probar la libertad. Como si no existieran las Unviersidades y las vocaciones para encausar los sueños, y los anticonceptivos para entregarse al trance tranquilo. Colombia obsesionada con la imagen, Miss Colombia, Missed Colombia: “Petro es horrible porque recurre al odio de clases”: si lo malo no es el odio de clases, sino que existan las clases y así de abismalmente divididas.

¿Cuándo lograron inocularnos tanta ignorancia como para que queramos votar por la misma gente que volvió la salud una condena a muerte, que no es capaz ni de ceder un metro cuadrado de tierra, así sus manos, ni las manos de sus hijos, ni nietos, ni tataranietos, ni empleados, ni esclavos, ni muertos alcancen para abrazarla, medirla, acariciarla?. Cuándo nos hicieron creer tan fervorosamente que el Progreso de todos es una “peste”. Por qué además de no dar educación se regodean en la ignorancia de sus gobernados para seguir pegados a la teta del poder, cagados del miedo de no poder hacer una vida “decente” de otra manera.

Nadie quiere que las nuevas generaciones vivan así: creyendo como creímos nosotros que es normal crecer sin un sistema decente de salud (como lo tienen los países socialmente equilibrados), que es normal morirse tirado de una camilla al piso de un parqueadero de hospital; que es normal ser un esclavo y sin horas extras; que es un atentado soñar; que es lo normal que la educación sea un premio y no un derecho que garantice por lo menos que en algo todos jugamos en la misma cancha; que es normal que las ciudades crezcan como hormigueros, sin parques, sin museos, sin cines, sin donde poner a florecer el pensamiento. Que es normal que tres pelagatos tengan la tierra que necesitan millones, entre otras para poder alimentar a otros millones y los tres pelagatos. Que es normal que tres apellidos se apoderen de la basura de todos, y cobren como cobran el “favor” de recogerla, y embutírsela a la Tierra. Que es normal que el tráfico, que el aire, sean un asco. Que no haya calles para jugar. Que es normal que el Estado ataque, que sea nuestro enemigo, que crea en el nocivo fracking prohibido en media civilización menos en esta finca, al igual que el inmundo glifosato matahermanos; que la DIAN sea un brazo de asfixia de ese enemigo, que no está concentrado como debería en gravar a los que más acumulan, recaudar y darle buen curso a lo que recauda, sino que es una trampa del propio Estado y su estructura, para mantener una casta donde está, sin ensuciarse los dedos. Que es normal que acá no funcione ni un puente, como el que se le cayó a la concesionaria de Sarmiento Angulo, dueño de El Tiempo y al que el paradójicamente el puente no le duró ni un segundo. Que es normal que una hidroeléctrica inviable bajo todos los conceptos técnicos emitidos desde 1978, sea aprobada por la firma de un tirano en 2003, experto en licencias imposibles por cielo, mar y tierra. Que es normal que las cosas no funcionen. Que la desigualdad y el pasado bárbaro de Colombia son eternos compañeros de nuestras horas en el Planeta. Que es normal que maten a los líderes que quieren vivir y ayudar a vivir a otros de forma distinta: simplemente con algunas de las mismas cosas que sueñan sus asesinos. Que es normal que una banda de mafiosos se pavonee como dueña de los tres poderes, que desplace, compre la tierra devaluada y la vuelva negocio multimillonario de la noche a la mañana. Que es normal que la seguridad de una sola de estas hienas y sus fauces, valga lo que valdría sacar a barrios enteros o pueblos de la pobreza, del hambre ajena, que no duele.

Yo sin duda me siento un anarquista. Como dijo de el mismo el Ninja de Piedecuesta. Me siento igual. No me interesa el poder, pero quiero que cambie de manos: por algo la chusma, la peste, siempre nos dice que temamos a esas nuevas manos. Porque temen ellos. Porque quieren heredarnos sus miedos, porque nos necesitan de cómplices para perpetuarse en la ignominia, para lavarse las manos con nuestro voto. Para decir que están porque los eligió el Pueblo, y que cada Pueblo tiene los gobernantes que se merece: mentira. Cada Pueblo tiene los gobernantes que el horizonte de su educación le deja ver. Pero acá a todos nos tapan los ojos con coimas, con promesas, con un mercado, con un tamal, o con el miedo. El miedo que es lo contrario al amor para tantas culturas, no el odio. Me cuesta dar la cara por un político pero la diferencia esta vez son muchos ríos de sangre: y yo no quiero mancharme con la sangre de mis hermanos, ni de amores, ni de amigos, ni de enemigos, ni de hermanos desconocidos: no voy a manchármelas de sangre con un voto por Duque y su tarima, o absteniéndome, o con un voto en blanco.

El camino que ha recorrido Colombia es grande sin embargo. Nadie quisiera la Colombia de hace 10 años. Quién puede negar que estamos mejor. No hay que preguntarle a las decenas de miles de familias que no lloran hoy los miles de muertos que había cada año. Colombia ha conquistado disimuladamente y pese a la persecución y las masacres, un proceso al que hay que apostarle radicalmente. Cambiar los dueños de la fiesta y serlos todos. Petro representa la parte operativa de ese proceso, que es social y ha costado muchos líderes muertos, muchas familias rotas, muchas vidas truncadas. Teniendo un presidente que represente ese proceso la gente en general puede empezar a educarse y formarse mucho mejor (el único camino para la diferencia), enterrando nuestro pasado sanguinario y de ignorancia política. Y si no funciona y lo ha elegido la Ciudadanía, pues el Ciudadanía lo cambia, listo.

Cómo entender que este Pueblo ahorcado en la miseria material y del alma por la ignorancia, por las manos de los mismos que muy probablemente serán elegidos, defienda desde su pobreza a la derecha. Y con orgullo. Cómo hicieron estos buitres para convencernos de que el cambio social está mal: como si estuviéramos bien, como si no lo necesitáramos. De que el derecho a la salud, educación, vivienda, recreación, libre empresa, a la protesta, a la Vida, son valores satánicos: contrarios a la democracia y a las instituciones: pues como funcionan acá, perfecto: que sean contrarios, que se enfrenten, que se pudran. Cómo convencieron a la gente de que la palabra “izquierda” es un improperio: pues con miedo. Desapareciendo 3 mil militantes de un partido legalizado, admistiado, incluidos dos grandes candidatos presidenciales; asesinando como política a jóvenes humildes para disfrazarlos de guerrilleros o desaparecerlos, como si no tuviéramos una sola vida. Como si cada hijo no fuera uno solo (más de 10 mil solo en falsos positivos, la dictadura de Pinochet en TOTAL desapareció a 3 mil, y aún se levanta ese pueblo, y marcha y exige). Siempre haciendo la guerra con sangre prestada. Con hijos prestados. Con casas prestadas. Cómo será perderlo todo, así sea poco. Cómo será que le maten a un hijo, y lo difamen.

A Colombia la han hecho cobarde a plomo. Como un perro miedoso cuando oye la pólvora. Pues yo voy a dar mi voto por el cambio este domingo. Mi voto lo corroboran a diario las adhesiones, vistos buenos y votos, que han llovido de algunos de los más grandes economistas, filósofos, ecologistas, animalistas, artistas, de todas partes del mundo, incluyendo Colombia: han pronunciado un apoyo vigoroso, sin tintas medias a un programa posible. Votaré aunque nunca voto, por Petro, porque no puedo ser más cómplice de toda esa ralea, de todo lo que asqueo. De ese espíritu de macho que transpira ese partido. De ese hombre “innombrable” de piel y miradas turbias, incapacitado hasta para el baile. Votaré por un hombre que ha arriesgado su vida en todas las formas por creer en un país más justo. Se ha jugado la vida y la de su familia siempre: no solo en el monte, en el congreso, como alcalde (tiene hasta embargos personales por decisiones de gobierno como bajar o subsidiar el valor del pasaje del transporte público), y jamás ha lagarteado una embajada, un ministerio. Lo que quiere hacer lo quiere lograr respaldado por su programa y sus votantes.

Votaré porque sé que de la educación se desgrana el resto. De ahí vendrá el perdón. El uso justo de la tierra y los recursos. La defensa de los derechos humanos, del arte, de la creación. Porque creo en que las nuevas generaciones se sientan dueñas de sus páramos, del agua, de sus montañas, de sus mares: y así como dueñas las cuiden. Votaré por darle sentido al dolor de tantos, a la lucha de tantos. Votaré porque aunque las evidencias dicen que se puede y la historia y los hechos que se debe, las mismas loras del poder de siempre y los medios repiten que no, que por ahí no: la misma gangrena de siempre convenciéndonos de que necesitamos los mismos amos para ser esclavos buenos. Buenos pacientes. Buenos muertos.

Voto por la Vida, por cambiar la ecuación, porque tras este fracaso esparcido por siglos hay que probar otra fórmula. Porque el poder quede, por primera vez, en manos que se levanten, que perdonen, que creen, que siembren.

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