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Cuatro años perdidos

Salomón Kalmanovitz

27 de junio de 2022 - 12:30 a. m.

El gobierno de Iván Duque pasará a la historia como uno de los más lamentables, y su titular, como uno de los personajes más anodinos del país. Un breve balance comienza con el deterioro de las cuentas externas: en agosto de 2018 el dólar se cotizaba en $2.800 y el 24 de junio de 2022 en $4.137, a pesar del alza de los precios del petróleo que ha debido fortalecer la divisa nacional. La pérdida de valor del peso refleja, entre otras causas, los déficits que causó el exceso de gasto de la administración.

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El deterioro externo hizo que se redujera la calificación crediticia del país. La agencia Fitch le dio BBB en 2019, BBB- en abril de 2020 y la degradó otra vez en julio de 2021 a BB+. Así se elevó el costo de endeudamiento del país y sus empresas se ven obligadas a pagar tasas de interés más altas por sus préstamos, al representar mayores riesgos.

Duque inició su mandato con una inflación del 3 % y lo termina triplicando ese nivel, aunque no todo fue culpa suya pues hubo una inflación global del 5 % y llovió en exceso. La inflación de alimentos superó el 26 % en abril, contra un 2,5 % en 2018, lo que significa física hambre para el 40 % de la población que yace en pobreza monetaria. No se tomaron medidas efectivas para paliar siquiera las necesidades alimentarias de la gente.

Los datos de crecimiento fueron mediocres: poco más del 3 % en 2019, en 2020 la pandemia contrajo la economía un 7 %, hubo un fuerte rebote del 9 % en 2021 y se pronostica un 4 % en 2022, la tasa de crecimiento de largo plazo de la economía colombiana. El promedio del crecimiento fue de un magro 2,2 % durante el cuatrienio.

El desempleo que encontró Duque en 2018 fue del 9,7 % de la fuerza de trabajo, pero lo entrega en un 11,5 % en 2022. Aun si hubiese tenido un buen desempeño en materia económica, ese no es el rasero con que lo juzga la gente. Pesaron más su autocomplacencia y su comportamiento procaz, sin ningún logro importante que mostrar. En una encuesta reciente de Invamer, solo un 27 % de la población expresó una opinión favorable del presidente, apenas superando a Andrés Pastrana en 2001, que con un 24 % obtuvo el récord de impopularidad en la historia nacional.

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A la gente no le gustó que el entonces ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, intentara forzar una reforma tributaria que elevaba los impuestos a varios elementos de la canasta familiar. En plana pandemia, la población urbana se sintió ofendida y enardecida. Las manifestaciones de los jóvenes en abril de 2021 fueron enfrentadas con la fuerza letal de la policía, que causó 70 muertos, cientos de desaparecidos y miles de heridos, entre ellos varios jóvenes que resultaron tuertos a bala durante el paro nacional. Hubo incluso respuesta armada de civiles opositores a las marchas en Cali. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó las graves violaciones a los derechos de los protestantes cometidas por el Gobierno.

El presidente mostró su solidaridad con la fuerza pública y no con las víctimas de sus acciones, y en actitud retadora posó para las cámaras vestido con una chaqueta policial. Parece que nunca le enseñaron empatía con los pobres de la tierra, con quienes no quiso su suerte echar. Para rematar, salió al rescate del no tan pobre Carrasquilla, a quien nombró codirector del Banco de la República, degradado tras de ser ministro de Hacienda en dos gobiernos uribistas. Hay que abonarle a Duque una política eficaz para enfrentar la pandemia, pero se raja en todo lo demás.

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