La demagogia es definida por el Diccionario de la Real Academia así: “Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
El presidente Duque decidió elevar el salario mínimo a $1 millón mensual, aumento anual de más del 10 % para ganarse el favor de los trabajadores. La inflación anual medida hasta el 20 de noviembre pasado fue de 5,25 %, o sea que el aumento del mínimo la supera en algo más del 4,75 %, lo que obliga a los empresarios a aumentar de manera proporcional los precios finales de los bienes que producen. Antes se justificaban los aumentos del salario mínimo para compensar la inflación pasada y reconociendo un aumento de la productividad laboral de un punto porcentual. Ahora, como dicen los mexicanos, el presidente Duque “se salió de madre”.
La consecuencia más grave es que aumentará la inflación porque el salario es la unidad de cuenta por excelencia de la sociedad; buena parte de los precios administrados del propio Gobierno y los que deciden los empresarios sobre los bienes que venden siguen la directriz que imparte el presidente. La decisión puso en alerta roja a las calificadoras de riesgo, que están considerando volver a reducir la nota crediticia del país.
El primer afectado será el propio Gobierno cuyo costo fundamental es el de funcionamiento, o sea, los salarios de los funcionarios, que se llevan el 60 % del presupuesto nacional. Eso hará que este Gobierno y sobre todo el que le sigue deban recortar su gasto o endeudarse adicionalmente para financiar la generosidad con que el Centro Democrático gasta nuestros impuestos y más.
Es evidente también que la decisión no beneficia tanto al Gobierno saliente sino a su partido, que hondeará la bandera de que aumentó los ingresos de los ciudadanos y estos deberán votar por sus benefactores en las elecciones legislativas y para presidente.
Otro damnificado es el déficit fiscal, que se había reducido de 8,6 % a 7,6 % del PIB gracias al mayor crecimiento económico proyectado en 2021 (10,3 %); el incremento del mínimo volverá a aumentar el déficit en la proyección de 2022. El crecimiento económico anotado se mide frente a una contracción muy fuerte de 2020, causada por la pandemia de COVID-19. Si se compara 2021 con el nivel de 2019, el crecimiento termina siendo más modesto, de 2 %.
Hay otros problemas serios: el dólar marcó $4.062 el 16 de diciembre, 17 % más que hace un año, lo que se manifestará en la inflación futura porque alimentos como el trigo, el maíz y muchos otros bienes de consumo son importados, mientras que la carne se exporta y eso también ha hecho trepar su precio. Las perspectivas son negativas porque las exportaciones solo han aumentado 3 % en 2021, mientras que las importaciones hasta septiembre registraron un aumento de 35 %, alcanzando US$42.536 millones. Es obvio que el desequilibrio externo se incrementó gracias a los tres días sin IVA que decretó el Gobierno Duque, pues se favorecieron los bienes importados.
Como todo en economía está conectado, el déficit del Gobierno se transmite al déficit externo, vía el exceso de gasto que también se va a importaciones, lo que a su vez hace que el dólar se encarezca más. El dólar caro reduce las importaciones y se restaura en algo el equilibrio perdido, pero también recrudece la inflación. Ninguno de estos problemas se corrige con demagogia.
