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Los nombramientos propuestos por el presidente Trump para acompañarlo en su gobierno revelan su orientación fanática religiosa. El haberse salvado del atentado que sufrió en el pasado lo tiene convencido de que es enviado de Dios. Es paradójico que en el país más avanzado del mundo cundan los falsos profetas que se apropian de importantes posiciones de poder, desde las cuales pueden causar enormes daños a la población norteamericana y al mundo entero.
Uno de sus seguidores es Robert F. Kennedy Jr, quien es conocido por promover desinformación y teorías conspirativas contra las vacunas, afirmando que causan autismo, campaña que intensificó durante la pandemia del Covid-19. Él ha sido nominado para la Secretaría de Salud. En su presentación ante el Senado se retractó de alguna de sus posiciones extremas, pero subsisten las dudas sobre su idoneidad. Su prima afirma que es un depredador, recordando que fue acusado de agredir sexualmente a la niñera de sus hijos, cargo que aceptó aduciendo que él no era un monaguillo.
Según la BBC, el presidente electo prometió que su secretario de Salud defenderá los intereses de los ciudadanos frente al “complejo industrial de alimentos y las compañías farmacéuticas que han incurrido en engaños y desinformación”. Trump aseguró además que su meta será “poner fin a la epidemia de enfermedades crónicas y hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande y saludable”. Kennedy pretende detener el desarrollo de nuevas medicinas para el cáncer y el Alzheimer, que acusa de ser venenos farmacéuticos; prometió que en su primera semana como secretario de salud daría una pausa de ocho años al desarrollo de nuevas drogas para tratar enfermedades infecciosas.
Como lo expresó el representante a la cámara, Jake Auchincloss, Kennedy cree que “la cura para las paperas es la sopa de pollo y la vitamina A”. Él mismo afirmó que el Covid-19 fue enfilado étnicamente para atacar caucásicos (blancos o indoeuropeos) y gente negra, que además las personas más inmunes son los judíos de origen europeo y los chinos.
Kristi Noem fue nombrada secretaria del Departamento de Seguridad Nacional. Fue gobernadora de Dakota del Sur, uno de los estados más atrasados y conservadores de la Unión. Se le vio vestida con traje de fatiga militar tras la redada de indocumentados que despachó en varios vuelos hacia Centroamérica y Colombia. El mensaje quedó claro: el sistema judicial norteamericano se militariza y ya se sabe que es la justicia militar a la justicia: una parodia.
La abogada Pam Bondi fue nombrada fiscal general, tras haber sido fiscal de la Florida entre 2011 y 2019. Estudió en la Universidad de la Florida ciencia política e hizo allí mismo un posgrado en leyes, o sea que no tiene mucho conocimiento de su país y menos del mundo.
Pete Hegseth, quien fue propuesto como Secretario de Defensa, tiene una orientación ultraconservadora y ha sido anfitrión de Fox News, la cadena más afín a Trump. Estudió en las universidades de Princeton y Harvard, así que es el más ilustrado de sus funcionarios. Fue acusado en 2017 por una empleada de agredirla sexualmente en una habitación de hotel. No se presentaron cargos y Hegseth pagó a la demandante como parte de un acuerdo de confidencialidad en 2020, según la BBC. Su nominación fue aprobada solo por un voto en el senado puesto por el vicepresidente, quien dirime empates en esa instancia.
Con este tendencioso equipo, Trump pretende atacar el bienestar y la salud de la población norteamericana, así como frenar la inmigración que ha revitalizado la sangre de la nación durante varios períodos históricos. Lo grave es que la nueva administración socavará la ciencia, de la que su país ha sido pionero durante el siglo XX y lo que va del XXI. El oscurantismo se tomó la dirigencia de la gran nación del norte y puede incluso ser indicio de su decadencia cultural y económica hacia el futuro.