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Un informe de la agencia de noticias Al Jazeera analiza someramente la conducta de Estados Unidos frente al tráfico de estupefacientes para financiar a los participantes que apoyaban en sus confrontaciones. Comienza temprano, con las guerras del opio en China entre 1840 y 1860: comerciantes británicos y estadounidenses inundaron con la droga a ese país y le impusieron condiciones desfavorables de comercio a su debilitado régimen. Un siglo después, durante la guerra en Vietnam y Laos, Air America, una empresa ligada a la CIA, transportó opio para financiar las guerrillas aliadas de los Hmongs. Simultáneamente en la década de los 80, durante la guerra de Rusia en Afganistán, los muyahidines apoyados por la CIA financiaron la guerra mediante el cultivo y el comercio de la dormidera, como también se le conoce al opio, hacia Europa y los Estados Unidos.
La actividad ilegal de la CIA se dio también durante la guerra civil de Nicaragua en los años 80, en la que la Contra se financió con el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos en su afán por derrocar al gobierno sandinista. Simultáneamente, el dictador de Panamá, Manuel Noriega, era apoyado por la misma entidad con el tráfico a gran escala de la cocaína provista por los carteles colombianos, hasta que los norteamericanos decidieron sacar a su cómplice a las patadas de su puesto. Un proceso similar se desató en Haití en el período de los golpes de Estado, permitiendo que los militares cercanos a Estados Unidos exportaran cocaína hacia el imperio del norte. Para cerrar la historia, durante la guerra entre Pakistán y Afganistán, los rebeldes de este último fueron apoyados por la CIA, permitiendo que abrieran rutas para la exportación de heroína hacia Occidente que financiaban sus actividades militares.
Ahora tenemos al imperio asediando al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. A pesar de Maduro haber abusado de su poder para perpetuarse, Estados Unidos no tiene por qué ser juez y parte de su destino. Eso lo deben resolver los venezolanos, aunque suena a justificación del chavismo que se instauró mediante un golpe militar en 1999. Chávez falleció en 2013, cediendo el poder a Maduro, un dirigente sindical y chofer de bus, quien se ha mantenido por otros 12 años en la presidencia, atornillándose mediante elecciones fraudulentas.
El régimen que va a cumplir 26 años de edad ha logrado arruinar al país cuyo producto interno bruto se ha reducido a una quinta parte de lo que era antes del golpe de Chávez. Algo tiene que ver el bloqueo impuesto por Estados Unidos que ha oscilado entre la dureza y las concesiones, pero la responsabilidad mayor es de la dirigencia política del otrora país más rico de América Latina. Ella se ha mostrado incompetente y corrupta, como un régimen basado en la lealtad de sus afiliados que desprecia el mérito como criterio para ocupar posiciones de mando, algo que ayuda a explicar su colapso económico.
Venezuela produce actualmente alrededor de un millón de barriles diarios de crudo, un tercio de lo que solía hacer hace 20 años. Hay mucha inflación, cercana al 500 % en 2025. Colombia, que no es precisamente un país petrolero, produce 750.000 barriles diarios, suficientes junto con otras exportaciones para tener una balanza comercial favorable que es responsable de la fuerte apreciación del peso. Hoy un dólar vale $3.820 y la inflación es de 5,5 %, lejos de la meta del Banco de la República que, por lo tanto, mantendrá la misma política restrictiva que irrita al presidente Petro.
