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Mientras la economía se estanca y la política exterior se torna polémica, la inflación se vuelve persistente y se proyecta que sea de un 9,6 % al terminar el año. El Gobierno hizo un ajuste generoso del salario mínimo, 16 %, que empeoró el problema inflacionario. El salario es el precio fundamental de la sociedad y su manejo más moderado habría contribuido a un menor aumento de la inflación y a una política monetaria menos restrictiva.
Entre un ajuste salarial más moderado y una política monetaria menos rigurosa, el Gobierno escogió un salario mayor y un crecimiento económico más débil. El crecimiento del año pasado fue del 7,3 %, tan fuerte que recalentó la economía, la cual operó por encima de su potencial. En consecuencia, se aceleró la inflación y se produjo un alto déficit en cuenta corriente, de un orden del 3 % del PIB. Este año se proyecta una contracción económica del 1 %.
Por lo demás, hubo salidas de capital por US$3.400 millones, que reflejan las expectativas negativas acerca de las políticas contraproducentes de la administración Petro entre los empresarios nacionales y sobre todo los extranjeros. A todos les preocupa el alineamiento de Petro con el eje comandado por el dictador de Rusia, Vladimir Putin, contra Israel y Estados Unidos.
Petro se ha rehusado a condenar las atrocidades de Hamás contra la población civil israelí y su toma de rehenes, pero sí ha condenado las muertes entre la población palestina causadas por los bombardeos indiscriminados de Israel en la Franja de Gaza. Se trata de un humanismo selectivo y más bien cínico.
El precio internacional del petróleo superó los US$90 por barril el 20 de octubre, por las tensiones entre Israel y los países árabes ante el recrudecimiento de las hostilidades entre el movimiento insurgente de Hamás y el Estado judío. El dólar se cotizaba en $4.394 el viernes pasado, después de apreciarse un 12 % durante el año, gracias al alza del petróleo ocasionada por la incierta situación del Medio Oriente.
En el plano interno, hubo pérdidas en los cultivos por las fuertes lluvias del primer semestre, a las que se suma la perspectiva de un fenómeno de El Niño con una sequía que se puede prolongar hasta abril de 2024. El ministro de Hacienda no parece hacer esfuerzos para aumentar la cantidad y el ritmo de desembolsos para contrarrestar la evidente recesión. La sabiduría convencional indica que el Estado debe aumentar su gasto cuando la economía entra en recesión para revertirla, pero en este caso tenemos más bien lo contrario: una política fiscal procíclica que profundiza la recesión.
El Presupuesto General de la Nación aprobado por el Congreso para 2024 alcanzó el 24 % del PIB, $502,6 billones, sin considerar el servicio de la deuda pública, que es de un 5,6 % del PIB. La inversión pública debe aumentar un 20 %, pero el recorte en ciencia es brutal. A pesar de todas las promesas de que la administración Petro fortalecería la investigación en ciencia y tecnología, el monto aprobado fue de $5,8 billones, a duras penas el 1 % del presupuesto, 18 % menos que el ejecutado por Iván Duque en 2023. Para 2024 solo se destinarán $0,4 billones para inversión en ciencia por el Gobierno de la vida, de la lucha contra el cambio climático y defensor del progreso material de los pueblos.
