Los resultados económicos del año corrido al tercer trimestre de 2025 son claroscuros: el crecimiento de la economía no está mal, pero no es brillante (3,6 %, el mejor desempeño hasta la fecha del gobierno), aunque se contraen minería (-5,7 %) y construcción (-1,5 %). Durante el primer trimestre el crecimiento fue de 2,8 % y de solo 2,6 % en el segundo.
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Ahora adivinen cuál es el sector que más crece de todos, y si dicen el Gobierno, dieron en el clavo pues alcanza un exorbitante 8 %. Sucede en estos casos que el gasto público presiona al sector privado y hace que su crecimiento sea menor al potencial. Otro efecto del exceso de gasto es una mayor inflación: a noviembre, el índice de precios al consumidor está marcando un 5,3 % anual, en ascenso frente a los meses anteriores.
Tras dos reformas tributarias y un recaudo a octubre calculado en COP $249 billones, un aumento de más del 11 % sobre lo obtenido en 2025, el Gobierno registrará aun así un déficit fiscal récord de 7,1 % del PIB, el más alto de la historia del país, sin contar el año de la pandemia que exigió enormes esfuerzos. Cuando pensé en el título que debía ponerle a esta columna y utilicé el término “gastón”, no estaba exagerando.
Según la agencia de noticias económicas Bloomberg, “este año el gobierno Petro tampoco cumplirá la meta de recaudo tributario, con un faltante que el mercado anticipa en COP $11 billones, lo que debilitará las cuentas fiscales (…) y presiona la caja del ejecutivo en 2026”. Para mantener el tren de gasto y financiar el faltante, el ministro de Hacienda, Germán Ávila, está dispuesto a endeudar onerosamente al país con cargo al próximo gobierno y, obvio, a nosotros los contribuyentes. El fin último es que el Pacto Histórico siga gobernando mínimo hasta 2030.
Digo que es oneroso porque dado el riesgo que perciben los inversionistas en el futuro del país, se están pagando intereses del 12,6 % anual en el bono a 10 años del gobierno colombiano. Para que tengan una idea de lo que marca el mercado de deuda, el bono norteamericano (el benchmark o base comparativa) a 10 años reconoce 4,15 % anual, un tercio de lo que debe pagar Colombia en estos momentos. Antes pagábamos tasas de alrededor de 5,5 %, similares a los que paga Chile, uno de los países más serios financieramente de América Latina.
El comportamiento del crecimiento del resto de sectores de la economía colombiana en orden descendente es el siguiente: comercio 5,6 %, financiero 4,3 %, industria 4,1 % después de varios años de estancamiento, agricultura 2,4 %, electricidad y gas 2,3 %, obligando a la importación de gas licuado, más caro que el nacional. Esto refleja la antipatía del Gobierno Petro contra el sector de hidrocarburos. Este fue desfinanciado, impidiéndole hacer las grandes inversiones necesarias para mantener bien surtido tan crucial mercado para todos los hogares del país.
Ahora se viene la puja por el salario mínimo que voceros del sindicalismo pretenden que se aumente en dos dígitos. El gobierno, que a la fecha ha sido favorable a sus intereses, puede decidir complacerlos, aumentando la presión sobre los precios. En efecto, el salario es el patrón de medida en la economía y su nivel incide fuertemente en todos los precios, así que tendremos probablemente una mayor presión inflacionaria en 2026. ¡Feliz año nuevo con estabilidad de precios!