Nada más corrosivo para las instituciones de un país que su comandante en jefe las degrade. Eso fue lo que hizo Donald Trump al desconocer el triunfo de su oponente —que le sacó más de 4,1 millones de sufragios de ventaja en el voto popular—, mentir sobre supuestos fraudes en los comicios, denunciar como corruptas a las ciudades donde predomina la población negra y anunciar demandas sin fin que pretenden empantanar el proceso electoral.
¿Cuáles son los alegatos de fraude denunciados por Trump? Que los votos por correo, modalidad aprobada por más de 33 legislaturas estatales y el Distrito de Columbia, son ilegales. En las elecciones de 2016 hubo 33 millones de votos por correo y esta cifra aumentó considerablemente en las de 2020 como respuesta a la pandemia de COVID-19. Los demócratas lo recomendaron a sus seguidores mientras que Trump lo desestimó, poniendo en riesgo la salud de sus fieles no solo a la hora de votar sino también en su maratón de concentraciones sin requerir el uso de mascarillas ni distanciamiento.
El conteo de los votos presenciales se hace primero, por lo cual parecía que Trump ganaba la elección la misma noche de la contienda. El hombre quiso capitalizarlo demandando infructuosamente que se detuviera el conteo. El voto por correo fue muy abundante y es más demorado de contabilizar porque se debe autenticar la identidad y firma del votante, pero fue el que demolió la ventaja del presidente y entregó la victoria a Joe Biden. Parece que el Partido Republicano mantendrá el control del Senado, a pesar de ser minoría.
Entre tanto, la pandemia se apodera de Estados Unidos. Para el 5 de noviembre se estaban contabilizando 126.000 nuevos casos, poniendo a prueba el sistema de salud que cuenta con poco respaldo del gobierno federal. El pésimo manejo de la peste pudo haberle costado a Trump la derrota que sufrió en la elección del 3 de noviembre.
El presidente Trump no es un estadista. Es un plutócrata disfrazado de político sectario en la tradición de extrema derecha de Joseph McCarthy. Representa a un abanico de tendencias reaccionarias: sectores empresariales y mineros, trabajadores empobrecidos por la globalización, aunque Biden recuperó los estados que más se desindustrializaron: Wisconsin, Michigan e Illinois. Poblaciones resentidas que incluyen a blancos supremacistas, racistas y antisemitas, y hombres machistas encandilados por el aparente éxito de Trump con mujeres bellas. En últimas, se trata de la fuerte resistencia de una población blanca minoritaria, amenazada por el cambio demográfico que anuncia una mayoría de población latina, negra y asiática hacia el futuro.
Es increíble ver a un mandatario que se la pasa insultando, poniéndole sobrenombres a sus enemigos o demandándole a su fiscal de bolsillo, William Barr, que los encarcele. El candidato que prometió limpiar el pantano de Washington terminó corrompiendo la política estadounidense hasta el tuétano, recibiendo coimas de empresarios y gobiernos extranjeros, favoreciendo sus negocios, señalando con el dedo a las empresas ganadoras e intentando arruinar a las que no lo apoyaban.
Lo más grave de todo es que Estados Unidos se volvió ingobernable, gracias a un líder desquiciado de la oposición que cuenta con el apoyo de 47,7 % de los votantes. Trump ha socavado los pilares de la democracia estadounidense, después de 250 años de brillante tradición.