Los desajustes provocados por la pandemia del coronavirus conducirán a unas economías nacionales más pequeñas, con desempleo enorme y desaparición o debilitamiento de sectores enteros. En América Latina se exacerba el presidencialismo y se evidencia el poco Estado, los precarios sistemas de salud y las corruptas administraciones. La incompetencia y banalidad de los presidentes Trump y Bolsonaro, su insistencia en reabrir a rajatabla sus economías, las han tornado en el epicentro de la pandemia en número de contagios y muertes.
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En México, Andrés Manuel López Obrador “pasó de resistirse a tomar medidas de confinamiento y animar a «abrazarse, nada va a pasar», a clausurar las actividades económicas no esenciales y exhortar a la población a quedarse en casa, aunque la cuarentena nunca fue obligatoria, para no afectar a los millones de trabajadores informales”, según Carlos Malamud. México sigue una trayectoria de aceleración de los contagios y no existen políticas serias para revertir la situación.
El populismo, tanto en el norte como en el sur, muestra una gran desconfianza frente a la ciencia y descalifica las recomendaciones de los epidemiólogos y expertos en salud pública. En Estados Unidos se suma a esto un libertarismo extremo que se rehúsa a mantener el distanciamiento social, portar máscaras y adoptar posturas responsables frente al prójimo. Trump es el egocentrismo radical del nacionalismo estadounidense y eso le está costando la salud de su población y la capacidad de reparar la economía.
Lo que se revela es que la economía solo se podrá recomponer cuando se alcance un punto de descenso de contagios y se estabilice la demanda sobre el sistema de salud, lo que requiere muchas pruebas y seguimiento de los casos, para aislarlos. Eso ha sucedido en Europa y en las primeras regiones afectadas de Estados Unidos (Nueva York, Nueva Jersey y Boston), mientras se incendian el sur y el oeste del continente. Países con sólidos sistemas de control social como China, Corea del Sur y Vietnam han logrado contener exitosamente la pandemia. Es paradójico que Trump identifique el virus como chino para responsabilizar al otro, mientras que China logra controlarlo y él no. Trump no tiene capacidad de liderazgo para contener la pandemia en su territorio y evade incluso hablar del tema, lo que puede terminar derrotando sus aspiraciones de reelección.
Lo que suceda con la economía estadounidense hacia futuro puede ser lo que se repita en el resto del mundo. La oficina del presupuesto del Congreso de Estados Unidos predice que tardará una década en recuperar el grado de actividad de principios de 2020. Es inconcebible que el país más desarrollado del mundo sea el líder en infectados y que su sistema de salud esté siendo desbordado por nuevos contagios y enfermos graves.
En Colombia se hizo bien la primera cuarentena estricta, que al relajarse ha perdido tracción, lo que unido a la informalidad y pobreza extrema de la población impide que se llegue pronto a la cúspide de los contagios. Las medidas posteriores han sido equívocas, torpes y manifiestan un pobre liderazgo del presidente, castigado en las encuestas. Los impúdicos funcionarios del Gobierno se creen reyezuelos que pueden abusar de sus privilegios, aprovechando la parálisis del Congreso y de la justicia, mientras en la entraña de la sociedad colombiana se multiplican la enfermedad, la pobreza, el hambre y el sufrimiento.