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El alza de los precios en Colombia amenaza los ingresos de sus ciudadanos. En octubre, la inflación fue de 0,18 %, cuando hace un año había marcado una variación negativa de -0,13. La variación anual alcanzó 5,5%, diez décimas mayor que la inflación de 2024 (5,4%). La meta que se plantea el Banco de la República para mantener la capacidad de compra de los colombianos es del 3% anual, vigilando una franja del nivel de precios entre 2 y 4%.
Estas guías de política monetaria le permiten a la junta directiva del emisor hacer una política contracíclica: cuando se está por encima de la meta se despliega una política contraccionista con tasa de interés de política más alta; en caso contrario o cuando se obtiene la meta, reduce su tasa de interés. La tasa de política actual es de 9,25 % porque se está lejos de la meta y la persistencia de la inflación hace necesario prolongar la administración de la amarga medicina.
Gustavo Petro asume el papel de defensor de los pobres y de los trabajadores, como lo muestran los generosos ajustes del salario mínimo que ha decretado, tras el fracaso de las negociaciones entre patrones y sindicatos en el inmediato pasado. En efecto, en 2023 el ajuste fue de 16 % contra una inflación de 9,3 % (casi 7 % de aumento real) y el de 2024 alcanzó 9,5 % contra una inflación de solo 5,4 %, o sea otro 4 % de aumento neto. En octubre de 2025 la inflación anualizada a octubre persistía en 5,5 %, resultado entre otros factores de las alzas del salario mínimo que le sirve de piso a toda la escala salarial de la economía formal del país. Para contener el impacto inflacionario del alza salarial decretado por Petro, el emisor se vio forzado a mantener su política restrictiva.
La inflación es también resultado de un exceso de demanda que en esta ocasión surge del propio gobierno y ¡de qué manera! El hecho de que el déficit público supere el 7 % del PIB –más de 9 billones de pesos que fueron financiados con la colocación de bonos que están abonando intereses de hasta 14 % anual– cuando por lo general el crédito del gobierno es el más seguro de todos y en otras latitudes se reconoce entre 3 y 4 % anual. El bono a 10 años de Estados Unidos, por ejemplo, paga 4,13 % de interés anual.
El exceso que estamos pagando todos los contribuyentes por el crédito aludido refleja el ansia del Pacto Histórico por financiar a sus activistas y complacer a su clientela, intentando asegurar su triunfo electoral en 2026. El impacto no ha sido mayor porque la economía está marchando a medias y existe capacidad productiva sobrante. En otras circunstancias más apretadas, estaríamos sufriendo de una inflación más dolorosa.
Sin embargo, la reducción de la inflación que ha logrado el banco central del 13 % al nivel actual del 5 % se la adjudica el presidente de la República a sí mismo. Lo dice de la siguiente manera: “Esa inflación la hemos bajado, hemos tenido un éxito enorme y hay un debate que insiste en que la caída de la inflación se produce porque se retuvo a través de la tasa de interés la liquidez”; y añade: “creemos que no es por exceso de moneda que creció la inflación, creció por factores externos. No se podía responder con un alza de las tasas. Hablé con Venezuela para salvar a Monómeros y no subí los peajes y aun en contra de una posición mía no subí el diésel y bajamos la tasa de interés (sic) en contra de la Junta del Banco de la República”.
Una cosa es lo que surge de la imaginación autocomplaciente del presidente y otra la que resulta del análisis serio y exhaustivo que hacen los técnicos del Banco de la República, sobre el cual toma decisiones su junta directiva. Petro hace milagros con avemarías ajenas, pero la junta del emisor los hace con las propias.
