En una amplia entrevista concedida a El País de España, el presidente Gustavo Petro destila su amargura, pero sobre todo la falta de reconocimiento de la que se considera merecedor. Habla de lo mal que se siente al tener a su disposición un palacio y los lujos que resiente en vez de disfrutar. “Este Palacio, una mala imitación francesa, no me gusta ni cinco. Debe estar lleno de fantasmas. Tengo ganas de traer a un experto en estas materias. De todos modos, cuando la gente me abraza, me siento recargado”. No sabía que existían cazafantasmas, como en la película, que anuncien sus servicios en los clasificados de los periódicos… pero sí: el mejor antídoto es estar rodeado de adoradores que le mejoran el ánimo.
La lucha política exacerba su sensibilidad: cree que sus oponentes quieren no tanto ganarle las contiendas o las elecciones, sino destruirlo a él y a su familia. Es mejor, como se lo aconsejó el presidente Lula da Silva, que mantenga a sus familiares lejos de su entorno, pero insiste en defender a su hijo, que lo hace mal, pues lo tilda de débil al no resistir las presiones de personas interesadas en congraciarse con él por su cercanía al poder presidencial.
Preguntado en qué ha fallado de peor manera, Petro responde así: “En creer mucho en la gente que me rodea. En creer que puedo hacer una revolución gobernando, cuando eso lo hace el pueblo”. No se arrepiente de haber confiado en Benedetti, que es buen componedor, pero hay evidencias de que no ha sido una buena idea tenerlo tan cerca durante su mandato.
Las ideas de Petro sobre el capitalismo son catastrofistas. Afirma que él no responde por la suerte del sistema. “No estoy seguro de que mi papel sea administrar el capitalismo de los capitalistas. Porque eso ya fracasó. Ese sistema está moribundo y se lleva consigo la humanidad, que es el problema mayor”. El sistema lleva unos 300 años desarrollándose, a veces ha sufrido crisis, pero las mayor parte del tiempo se desarrolla de forma impetuosa, superando obstáculos, hasta dominar prácticamente el globo terráqueo. La humanidad sigue ahí sin problemas especiales: la gente nace, crece, se educa, trabaja, se jubila si tiene suerte y muere de todas maneras. Hay que insistirle en el hecho que este capitalismo enterró al socialismo y derrotó al fascismo en Europa y Japón, aunque se avizora una versión norteamericana del social-nacionalismo. Ciertamente, Petro no va a ser el sepulturero del capitalismo, ni siquiera del colombiano.
El presidente padece de un pesimismo enfermizo. Afirma que “venimos de un marasmo de sangre. Si no lo logramos [democratizar la sociedad], haremos de Colombia un territorio de cementerios”. Hubiera podido decir simplemente que Colombia a veces es violenta. No sé si Petro se refiere al período de La Violencia, que fue una guerra civil, entre 1946 y 1953, pero prolongándose algunos años más o como lo mide. Las muertes que generó ese enfrentamiento han sido calculadas en 39.000 por Adolfo Meisel y Julio Romero, quienes hicieron un cálculo demográfico juicioso para contradecir los exagerados de más de 100 mil muertes. En 1938, la tasa de homicidios fue de 26,3 por cien mil habitantes. En 2022, la misma tasa fue un poco mejor, de 25,3 por cada cien mil habitantes, pero Medellín llegó a tener una tasa de homicidios de 275 por cien mil en 1998.
Los datos sugieren que Colombia se ha vuelto un país menos violento de lo que fue durante la guerra civil de los años 50 del siglo XX y en especial durante la fase del imperio del narcotráfico. No obstante, comparados con Europa, que tiene una tasa entre 0,7 y 1,5 homicidios por cien mil habitantes, estamos muy mal; no tanto frente a Estados Unidos que tiene 5,7 homicidios por cien mil habitantes. La razón es que defiende el derecho de sus ciudadanos a poseer armas de fuego y a utilizarlas según su albedrío.
Quizás Petro tuvo la ilusión de que iba a salvar a Colombia y no lo logró, pero tampoco puede decirse que hasta el momento le haya causado un daño irreparable. La economía creció lentamente, los datos vitales mejoraron un poco, las reformas sociales aún pueden lograrse, así que el gobierno progresista no ha sido una catástrofe tampoco.