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Fui profesor de la Universidad Nacional entre 1970 y 1994, así que constituye una parte crucial de mi vida y de mi trayectoria intelectual. Ascendí de profesor asistente a titular y emérito y me desempeñé como decano de la Facultad de Ciencias Económicas en 1990. Los frecuentes cierres que se produjeron por el activismo estudiantil y la represión estatal me liberaron el tiempo suficiente para adelantar una ambiciosa agenda investigativa. Pude escribir una historia económica del país (Economía y nación, 1985) y otras obras que me prestaron reconocimiento y la oportunidad de ser nombrado como codirector del Banco de la República.
Los estudiantes de la UN vienen de hogares de clase media, pero también de ingresos bajos. La calidad de las escuelas públicas no es la mejor y, cuando sobresalen, se debe a los esfuerzos de los muchachos. Yo solía hacer todas mis pruebas por medio de ensayos o de exámenes para hacer en casa, lo que obligaba a leer y a escribir; aunque era imponerse mucho trabajo de evaluación, lo importante era el esfuerzo mental que tenían que hacer los estudiantes y eso aseguraba un mayor desarrollo de sus habilidades. A pesar de que había algún fraude, incluso el hecho de copiar implicaba un esfuerzo de redacción para disimular la copia. Algunos descubrían que contaban con habilidades de lectoescritura que no conocían tener y demostraban agradecimiento y afecto por el profe.
Hubo ocasiones en que el Gobierno nombró rectores represivos para acallar la protesta estudiantil y del profesorado, pero por lo general los rectores eran personas idóneas de la propia comunidad que adelantaban políticas que impulsaban mejoras de la docencia y reconocían las publicaciones que reflejaban la investigación que se llevaba a cabo con incentivos salariales que después probaron ser excesivos y contraproducentes. Lo digo a modo de autocrítica, porque fui uno de sus ideólogos e impulsores, pues claro que me convenían.
Las “luchas” por la rectoría se llevaban a cabo de manera cautelosa y primaban los candidatos de la Facultad de Ciencias, sin mucha oposición del resto de la Universidad. Sin embargo, hubo un rector de la Facultad de Ciencias Económicas (exesposo de una posterior rectora que venía de Ciencias) y, en los momentos actuales, contemplamos la pugna entre Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, de donde proviene Múnera, y Ciencias que respalda a Peña.
Ha sido un quiebre en la civilidad del pasado: el profesor Peña quiso asegurar su elección posesionándose en una notaría de la ciudad, mientras que Múnera se hizo al despacho rectoral apoyado por grupos de estudiantes; su elección por el Consejo Superior se hizo con la presencia de ocho de sus 12 miembros.
Múnera es conocido por su afiliación a la izquierda católica (estudió en la Universidad de Lovaina, donde también estudió Petro, quien apoyó su nombramiento). Yo lo conocí en el CINEP, centro de estudios jesuita, del que fui investigador durante algunos años, siendo el único judío que prestó allí sus servicios. Nunca tuve problemas con sus superiores e integrantes con excepción de uno que siempre me miraba con inquina.
El Consejo de Estado falló en contra del nombramiento de Múnera, tras ratificar que el de Peña permanecía en efecto. Se trata de movimientos en la cúpula que no afectan mucho la vida cotidiana de la institución que sigue siendo un centro vibrante de pensamiento y de educación de gran calidad. Frente a universidades privadas, la UN tiene la ventaja de contar con un estudiantado y un profesorado diversos, quienes participan activamente en el debate de las ideas.
