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Movilización contra la violencia

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Salomón Kalmanovitz
06 de febrero de 2008 - 03:11 p. m.
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No sé cuántas de las personas que van a asistir a la marcha del 4 de febrero están contra todas las formas de violencia ilegal, incluyendo algunas actuaciones de las fuerzas de seguridad. Pareciera que la violencia y el desplazamiento perpetrados por el paramilitarismo están justificados, sin importar el duelo, el dolor y la penuria a que han sometido a millones de personas humildes y en las otras clases sociales. Leí incrédulo una columna del Ministro de Agricultura en un periódico del Cesar, en la que decía que no se podía descansar hasta que todos los guerrilleros de las Farc estuvieran muertos. ¿Qué opinará el Ministro de Defensa al respecto?

Las movidas equivocadas de las Farc y el oportunismo burdo del presidente Chávez en torno a la liberación de sólo dos rehenes, han unificado al país alrededor de su Presidente. Poco ayuda que las Farc hayan incrementado su acervo de secuestrados como muestra de que continúan chantajeando a la sociedad. El Presidente, a su vez, aprovecha para endurecer su posición frente al rescate militar y encubrir la violencia, pasada y presente, de los paramilitares.

El proceso por el cual nos estamos deslizando contiene enormes riesgos para la endeble democracia que tenemos. Está seriamente amenazada la independencia de la Rama Judicial por la actitud pendenciera del Presidente contra los magistrados de la Corte Suprema que investigan los crímenes de sus asociados políticos, incluyendo los de un familiar. Está por debajo de la dignidad presidencial denunciar penalmente al representante de una Corte superior e intimida a todos los miembros de tales corporaciones. Sobresale que las Cortes no están blindadas frente a los ataques del Ejecutivo, algo que tradicionalmente ningún Presidente se atrevía a vulnerar.

Fue lamentable el espectáculo que dio el presidente Uribe furioso ante la pérdida de su pieza más codiciada, Bogotá, frente al Polo, que ganó la Alcaldía ayudado por la sevicia con que era atacado su candidato desde la Presidencia misma. No se vio que guardara objetividad y compostura algunas en la contienda electoral. La autoridad pertinente no hizo nada contra esta intervención que rompe todas las reglas de competencia política en regiones y ciudades. Pero el resultado fue beneficioso para la democracia colombiana, amenazada por la enorme concentración de poder del Presidente.

Hay toda clase de convocatorias para la marcha del 4 de febrero, comenzando con sectores que atacan exclusivamente al Gobierno y a los paramilitares, como si las Farc no existieran y que recomiendan no asistir a la marcha. La mayoría de los convocantes, incluyendo al Gobierno, se  centran en las perfidias de las Farc y dejan pasar por alto el terrorismo paramilitar o los no pocos incidentes de la Fuerza Pública operando de manera ilegal contra población civil o contra los propios organismos que persiguen el narcotráfico. El Polo por su parte quiere hacer acto de presencia pero sin apoyar las políticas guerreristas del Presidente.

Hay un tercer grupo que convoca a la marcha que, aunque pequeño, presenta una posición sólida de decirle No a la violencia, desde una posición de respeto a la vida. Es el lema de Antanas Mockus, “La vida es sagrada”; la vida de cada cual es irrepetible y una vez arrasada deja un profundo y largo duelo entre familiares y amantes de las víctimas. El secuestro de las Farc como política es degradar la vida de sus víctimas y volver un infierno las de sus allegados. El desplazamiento lanza a la indigencia y a la explotación a humildes labriegos que los paramilitares o guerrilleros presumieron eran base social de sus enemigos.

Mientras la mayor parte de los grupos convocados asistirán con camisetas blancas, los visionarios de Antanas asistirán con camisetas negras, expresando el duelo por la enorme cantidad de víctimas colombianas que han producido las acciones de las Farc, de los paramilitares y de algunas fuerzas del Estado.

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