Los padres de la historia económica colombiana tuvieron orígenes opuestos. Nieto, autodidacta, nació en una humilde casa de la calle Caldas en Barranquilla en 1913, estudió becado en el colegio y en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional. Ospina, hijo y nieto de presidentes, nació en 1905 en una familia propietaria de extensas haciendas, estudió en la Nacional y además en Estados Unidos e Inglaterra.
El panorama que encontraron en los años 40 y 50 era desolador. La República Conservadora se había extendido entre 1886 y 1930, y aislado al país de las ciencias y de la tecnología. Las ciencias sociales apenas existían. La historia era patrimonio de exmilitares, curas y patricios que exaltaban a próceres, mártires y a sus ancestros, atrincherados en la Academia Colombiana de Historia. No tenían idea de sociedad, de economía ni de desarrollo institucional. Existía una tradición de análisis histórico en la que se destacaron Aníbal Galindo y Salvador Camacho Roldán en el siglo XIX, y Esteban Jaramillo, Guillermo Torres García y Alejandro López en la primera mitad del siglo XX. Nieto se inspiró en ellos y contribuyó a esa tradición. También se inspiró en Marx para ofrecer una visión material de la sociedad colombiana.
Nieto Arteta tuvo una existencia complicada: logró el ascenso social y las glorias del éxito literario —su Economía y cultura en la historia de Colombia fue publicado en 1942, pero El café en la sociedad colombiana fue publicado póstumamente en 1956—; ocupó altas posiciones diplomáticas; después de ser destituido por Laureano Gómez en 1952, retornó a la pobreza y sufrió el escarnio social, lo que provocó su suicidio a la edad de 43 años. Sus dos obras fueron hitos en el desarrollo de la historia económica en el país.
Nieto se enfocó en la región santandereana de pequeños productores campesinos y artesanos, a la que comparó con el centro del país, caracterizado por una estructura latifundista y relaciones sociales de servidumbre. Meisel le critica que dejó por fuera la región antioqueña, la más dinámica por su minería y la colonización del occidente del país. También dejó por fuera la región caribeña, a pesar de ser oriundo de ella, y al Gran Cauca, más feudal incluso que la sabana de Bogotá. Esto quizá se justifique porque Nieto no tuvo la educación ni el tiempo libre para escarbar y desempolvar archivos, como hizo Ospina Vásquez, quien tuvo una vida más placentera, dedicada a la escritura y al ocio. Su Industria y protección en Colombia fue publicado en 1955 y calificó de “artificial” la industrialización promovida por los liberales.
Meisel critica a Nieto por su defensa de Rafael Núñez, responsable de la larga y opresiva República Conservadora que entronó el oscurantismo clerical de Miguel Antonio Caro. Nieto no fue el primero que intentó recuperar la figura del líder costeño. Otro escritor liberal, Indalecio Liévano, también pintó a Núñez con tonos democráticos, un mito demolido por Jaime Jaramillo Uribe. No se trata de justificar a Nieto sino de señalar que no es el único que ha defendido a un dirigente que no lo merece. Otras facetas de su obra lo reivindican como pionero de la historia económica colombiana.
* Me baso en la presentación de Adolfo Meisel en el Taller de Historia del Pensamiento Económico Colombiano, realizado en la Universidad de los Andes el 1° de abril de 2022, organizado por Jimena Hurtado y Andrés Álvarez.