La administración Petro se mostró satisfecha con el dato de crecimiento económico de 2024 que alcanzó un 2,6 %, tras una trayectoria anémica en los años anteriores que rondó el 1 % anual. Sin embargo, durante el presente año se espera un crecimiento un poco menor, ante el desequilibro creciente de las finanzas públicas. El crecimiento no parece mover la aguja del desempleo que se mantiene tercamente en el nivel del 10,2 % de la fuerza de trabajo.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
La renuncia exigida al ministro de hacienda Diego Guevara tras solo cuatro meses en el cargo, para ser reemplazado por un fiel comilitante del M-19 con trayectoria en cooperativas en el cargo es una mala señal para el país. La inestabilidad en el manejo de las finanzas públicas aumenta el costo del endeudamiento del gobierno, pues trepa la prima de riesgo colombiana. Por lo demás, el déficit fiscal alcanzará 7 % del PIB este año, uno de los más altos que ha vivido el país desde los años 60 del siglo pasado. Se requería mínimo un recorte de $28 billones, dos puntos del PIB, para entrar en una senda sostenible. El exministro Guevara quiso aplicar tales medidas sensatas para contrarrestar el faltante con recortes al gasto que fueron rechazados tercamente por el presidente Petro, y que terminaron con su renuncia.
A lo anterior se agrega una compleja relación de Colombia con la economía norteamericana, que está siendo sacudida por medidas proteccionistas de la administración Trump. Paradójicamente, estas políticas son del agrado del presidente Petro y le gustaría aplicarlas en el país, pero no cuenta con la fuerza para imponer los intereses propios. Lo cierto es que nos veremos muy afectados por los aranceles de 25 % que proyecta imponer la nueva administración sobre todas las importaciones que haga el gran país del norte.
Las importaciones de Estados Unidos representan el 14 % de su producto nacional, lo que quiere decir que un arancel de 25 %, como el que pretende instaurar Donald Trump a partir del 2 de abril, afectará tanto el consumo como la inversión del país del norte, pero además contraerá los montos exportados del resto del mundo e inducirá a que aumente en algo la producción doméstica en Estados Unidos, sustituyendo importaciones. En todo caso, la inflación aumentará al menos 3,5 % durante el año por el solo efecto de las tarifas, aunque este será transitorio según el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. En una declaración reciente, Powell sugirió que no aumentaría la tasa de interés de intervención para contrarrestar el impacto de las medidas de Trump.
El secretario del tesoro, el señor Scott Bessent, expresó que “considerará un grupo de factores para determinar las tarifas sobre países extranjeros, incluyendo manipulación de sus tasas de cambio, ‘supresión’ laboral y otras barreras no tarifarias, asignándole un número a cada país para determinar qué tarifa le impone”. Esto supone un laborioso proceso de análisis de las relaciones comerciales de Estados Unidos con Europa y el resto del mundo, o sea con más de 90 países.
No se mencionó que las tarifas aumentan los ingresos fiscales propios, abriéndole campo a una reducción de los impuestos a las empresas y a los hombres ricos del país, que es lo que siempre buscan los republicanos. Se trata de un canje de mayores impuestos que tendrán que asumir los consumidores norteamericanos, por una parte, y de descargas para las empresas y sus dueños que ciertamente se verán beneficiados, por la otra.