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El expresidente Jair Bolsonaro es recordado por haber intentado prolongar su mandato mediante un golpe de Estado e instigar una asonada de sus huestes contra los centros de poder localizados en Brasilia, que fracasó de forma estruendosa. Donald Trump se identifica ideológicamente con el expresidente brasileño, que tiene pendiente un juicio en el Supremo Tribunal Federal brasileño por tentativa de golpe a las instituciones democráticas de su país. Las acciones legales contra Bolsonaro tienen muy irritado al magnate norteamericano, quien afirmó, con tono de capataz de república bananera, que se trata de “una caza de brujas que debe terminar inmediatamente”.
Bolsonaro perdió la elección de 2022 contra Lula, algo que nunca reconoció e intentó revertir, lo que puede llevarlo a la cárcel. No hay que olvidar que Trump también intentó dar un golpe a la elección de 2021, que ganó Joe Biden, movilizando a sus pandillas de extrema derecha, que fueron neutralizadas por la fuerza pública y condenadas por la justicia a muchos años de prisión. Trump logró inmunidad al ser candidato —y la consolidó con su elección como presidente en 2024—, lo que aprovechó para otorgar el perdón a todos los integrantes del lumpen que asonaron el Capitolio Nacional y pretendían asesinar a varios políticos del Partido Demócrata.
Para materializar su amenaza contra las instituciones democráticas brasileñas, Trump decretó de manera arbitraria un arancel del 50 % a todas las importaciones de origen brasileño que haga su país, lo cual es una manera personal e inconveniente de hacer la política comercial del país más rico del mundo. Hay que notar que Estados Unidos mantiene una balanza favorable frente a Brasil, importando bienes y servicios por valor de US$37.700 millones y exportando por US$40.000 millones en 2024. El presidente Lula da Silva, de Brasil, respondió con un arancel similar a las exportaciones estadounidenses hacia su país, el cual Trump consideró un atrevimiento de una nación que tiene que pedirle permiso para ser soberana.
Paul Krugman, ganador del Premio Nobel de Economía, afirmó que “la medida [de Trump contra Brasil] es diabólica y megalómana”, en una columna que tituló “El programa de Trump para proteger dictadores: utiliza aranceles para combatir la democracia”. No es una medida pensada a favor de las dos economías, sino resultado de una actitud vengativa de infligir daño a un país que ha sido tradicional amigo de Estados Unidos, solo para defender a su socio ideológico, Jair Bolsonaro. Krugman afirmó que no hay razones económicas que justifiquen tales medidas y que se trata, en esencia, de un intento de eximir a Bolsonaro de su condena por intento de golpe de Estado, presionando indebidamente a las instituciones de justicia brasileña, suponiendo que se trata de una colonia suya. Krugman también destacó que Brasil es menos dependiente de Estados Unidos que otros países, pues destina una proporción relativamente pequeña de sus exportaciones a ese mercado, lo que le da a Lula un mayor margen de maniobra, aunque Trump sí puede hacerle daño. Brasil siempre ha mantenido una política comercial diversa, para lo cual sostiene buenas relaciones con Europa, Asia y el resto de América Latina. Es, además, un país que tiene una gran agricultura comercial, y una industria compleja y diversa que produce y exporta acero, aluminio, autos, aviones, máquinas y herramientas.
Coda: no hay que olvidar que Álvaro Leyva intentó convencer al presidente estadounidense de apoyarlo en el golpe de Estado que proyectaba organizar contra Gustavo Petro, pero, por fortuna, no convenció a la cúpula del Gobierno yanqui de comprometerse con un plan aventurero e improvisado y sin una sucesión legítima del gobierno elegido por el voto popular que pretendía derrocar.
