En marzo sucedieron dos reconocimientos significativos para quienes estamos interesados en comprender y defender la naturaleza desde la argumentación académica y científica en Colombia, que quiero resaltar.
El pasado 19 de marzo le fue entregada la Orden de la Democracia Simón Bolívar, la máxima distinción de la Cámara de Representantes, a Julio Carrizosa Umaña. El motivo fue la conmemoración de los 50 años del Código de Recursos Naturales que Julio Carrizosa lideró con un equipo de pioneros ambientalistas. A inicios de los años 70 lograron, en medio de un proceso de conversaciones amplias y difíciles, respetuosas e innovadoras, plantearle al país la necesidad de incorporar los temas ambientales y sociales para completar la ecuación sobre el desarrollo económico. Este código, que fue el primero en el mundo, puso a Colombia en la vanguardia del desarrollo normativo ambiental.
Fue emocionante escuchar en el homenaje a sus coequiperos en la elaboración del Código. Rememoraron tiempos pasados, políticamente difíciles, pero con acciones llenas de mística, innovación y compromiso. Tiempos en donde la confianza en el equipo conformado era un valor tangible que habilitaba los cambios.
Dolors Armenteras recibió el galardón como Mujer de la década por el Women Economic Forum el pasado 7 de marzo. Dolors es profesora de la Universidad Nacional, una científica de primer nivel de las que más ha generado investigaciones y resultados sobre el conocimiento ecológico para Colombia, especialmente en los últimos años sobre el fuego y las dinámicas en la Amazonía. Con otros colegas de múltiples nacionalidades, conforman el Panel de Científicos por la Amazonía, que ha generado conocimiento científico muy robusto, el cual ha permitido emitir las alertas más responsables sobre la acelerada transformación del gran bioma amazónico. Dolors se ha abierto su camino con disciplina y argumentos. No siempre ha sido fácil, pero ella ha logrado conformar una escuela de investigación que nos debe llenar de orgullo en el país, aunque cada vez es más difícil ser profesor y científico en las universidades colombianas.
En estos tiempos de tanto ruido de opiniones formadas desde miradas unidimensionales o emocionales, hace falta tener la sensatez para analizar y proponer desde la complejidad, entendiendo la incierta trayectoria que lleva el funcionamiento del planeta. Somos un país con muchas deudas sociales que son territorialmente diversas. La aceleración del deterioro ambiental y los efectos de la crisis climática sobre el funcionamiento del territorio tendrán como efecto vulnerar aún más a los habitantes históricamente abandonados, que dependen de las contribuciones de la naturaleza para su bienestar. Los campesinos necesitan más que nunca bosques, ríos y humedales. Los anuncios de soluciones que debieron ser para el siglo pasado hoy son insuficientes y requieren incluir con urgencia la adaptación climática, conservar lo que tenemos y regenerar la capacidad de la naturaleza para seguir ofreciendo seguridad, agua, comida y otras posibilidades productivas.
No es frecuente que se reconozca lo que implica el avance de la ciencia y lo que se puede hacer con ella en tiempos de tanta incertidumbre. Las vidas de Julio Carrizosa Umaña y Dolors Armenteras son ejemplares e inspiradoras. Los dos nos han enseñado desde lugares muy diferentes a abordar la complejidad, desde la rigurosidad y los argumentos, para aportar al conocimiento y resolver situaciones difíciles. Ojalá tuviéramos más personas como Julio Carrizosa y Dolors Armenteras.