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Imaginen un pequeño poblado que se construyó en la desembocadura de un río de aguas frías: el agua de ese río proviene directamente de un pico nevado, baja rápidamente por la sierra y desemboca en una gran laguna costera bordeada de manglares. Ese río se hizo mundialmente famoso porque un Nobel contó que tenía piedras como huevos de dinosaurios. Las casas de ese pueblo son palafíticas, se levantan en el agua de la desembocadura y sus habitantes se mueven en canoa de una casa para otra y salen de su pueblo solo por vía acuática. Su sustento ha sido la pesca desde que se instalaron en esa rica desembocadura. Recibían las visitas frecuentes de los vecinos de otros dos pueblos palafíticos, especialmente para abastecer el agua dulce fría y de buena calidad que llegaba a la desembocadura, usaban un bongo, una gran canoa que al quitarle un tapón en la parte de abajo se llenaba de agua que luego transportaban con el impulso de las velas para distribuirla a las familias de los otros palafitos.
Pero el caudal del agua del río empezó a disminuir de manera gradual, y luego de manera definitiva. El pueblo vio disminuir el agua que era la superficie principal para moverse y, con su retirada, dejó el fango entre las casas en un pueblo que nunca fue pensado para tener calles. Con la retirada del agua los habitantes no solo de ese pueblo, sino de los pueblos vecinos, perdieron su principal fuente para consumo hasta el día de hoy.
¿Qué pasó con el agua del río? Aguas arriba se encuentra una de las zonas agroindustriales más antiguas del país con los primeros distritos de riego, pero con los cambios de cultivos, de prácticas, de incentivos económicos, especialmente a finales del siglo pasado e inicios de este, el agua se fue desviando de manera legal, y otras veces de manera ilegal, para irrigar los cultivos sin que el agua regresara para mantener el caudal.
El río del que les hablo es el río Aracataca, el poblado que les describo es Trojas de Cataca o Bocas de Aracataca y sus pueblos vecinos son Buenavista y Nueva Venecia, los poblados palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta. La semana pasada fue notificada una sentencia de primera instancia del Tribunal Administrativo del Magdalena, motivada por la acción popular interpuesta en 2018 por Efraín Cepeda como presidente del Senado de la República, en la que luego de un proceso de más de seis años el Tribunal reconoce la vulneración de los derechos colectivos invocados y la necesidad de la protección y la reivindicación por el daño causado a la comunidad anfibia del corregimiento de Bocas de Aracataca. También dice la sentencia que, a pesar de las múltiples mesas llenas de buenas intenciones, “lo cierto es que en la actualidad no se ha logrado mitigar la situación en la que se encuentran las cuencas hidrográficas que confluyen en la Ciénaga Grande de Santa Marta y el impacto ambiental que causa esto en el complejo lagunar más grande Colombia”.
La sentencia ya fue apelada por varios actores que el Tribunal reconoce como responsables de la vulneración de los derechos de los habitantes de Trojas de Cataca. Ojalá algún día la justicia real llegue a ellos.
