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La “suspensión indefinida” (recién revertida) del programa nocturno del presentador Jimmy Kimmel es solo una de la lista de ataques del presidente Donald Trump contra medios de comunicación y periodistas estadounidenses. Con estos, el mandatario y los partidarios a su movimiento consolidan su agenda de intolerancia a la crítica.
En el programa del 15 de septiembre, el comediante —y recurrente crítico de la administración Trump— reprochó que algunos republicanos intentaran sacar réditos políticos del presunto homicida de Charlie Kirk. Acto seguido, Brendan Carr, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) —nombrado por Trump—, pidió su despido a la cadena ABC, donde se transmite el programa. Esta hizo efectiva la suspensión a partir del miércoles 17 de septiembre, acto que el primer mandatario celebró y calificó como “grandes noticias para Estados Unidos”; con esto, ratificó así su postura castigadora ante los discursos que le son adversos.
Este lunes 22 de septiembre, luego de casi una semana de intensas críticas a la medida, sumadas a una carta firmada por más de 400 artistas en defensa de Kimmel y una cancelación masiva de suscripciones a la plataforma de streaming Disney Plus, la Compañía Walt Disney —dueña de la cadena ABC— informó el regreso del programa para el día siguiente.
Este amargo episodio se suma a la cancelación del programa nocturno del también crítico Stephen Colbert por parte de CBS, alegando irrisibles razones financieras —a pesar de liderar los indicadores de la programación nocturna—, así como las millonarias demandas por “difamación” interpuestas por Trump a The New York Times y al Wall Street Journal.
La demanda contra el medio neoyorquino se presentó tras la publicación del libro Un perdedor afortunado: cómo Donald Trump despilfarró la fortuna de su padre y creó la ilusión del éxito, escrito por sus periodistas Russ Buettner y Susanne Craig. Sin embargo, el juez federal encargado del caso desestimó la demanda por violar normas procesales y concedió a Trump un plazo de 28 días para presentar un nuevo documento.
En cuanto al Wall Street Journal, la demanda se interpuso hace dos meses luego de la publicación de un reportaje en el que se menciona una presunta carta que Trump le habría escrito al difunto pedófilo Jeffrey Epstein por su cumpleaños número 50, en 2003. Según detalles revelados por los periodistas, la carta emularía una conversación entre el político y el difunto criminal, decorada con dibujos de apología sexual.
El autoproclamado país de la libertad escogió un presidente que atenta contra su propia Primera Enmienda —la cual protege la libertad de expresión y de prensa, entre otras— gracias al infundido temor a una cancelación o demanda millonaria, derivadas de cubrir, como es apenas lógico, las acciones del primer mandatario.
En todo régimen que se precie democrático, la legítima crítica al establecimiento es una puerta que debe estar siempre abierta, sin represalias para quienes ejerzan su derecho a atravesarla. No se trata solo de un encontronazo entre presidente y medios de comunicación —algo que nos puede sonar bastante familiar—, sino que configura una característica que identifica a un régimen autoritario; una más de las varias que Trump ya ha tachado en su libreta.
En menos de un año al mando, Donald Trump ha arremetido contra migrantes, población negra, estudiantes y hasta personalidades del entretenimiento, todo para dejar en claro la intolerancia de su gobierno hacia quienes contradigan sus designios. Este es el nuevo espectáculo gringo: ver la instalación del autoritarismo por televisión.
