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Eduardo Febbro, “in memoriam”

Santiago Gamboa

14 de abril de 2023 - 09:05 p. m.

La noticia que me ha conmocionado estos días es la muerte de un periodista argentino, Eduardo Febbro, corresponsal en París de Página 12. Lo conocí en 1991, en el servicio América Latina de RFI, en ese entonces dirigido por el escritor español Ramón Chao (papá de Manu). Desde el primer día nos hicimos inseparables y con él viví las más increíbles aventuras periodísticas. En marzo de 1993, antes de un viaje mío a Bogotá, me recomendó hablar con algún diario colombiano para ser corresponsal en París. Él conocía la prensa colombiana por haber trabajado con Yamid Amat en el mítico 6AM-9AM de Caracol y tenía mil historias. De ahí su amor no sólo por Yamid Amat, al que idolatraba, sino por todo lo que tuviera que ver con Colombia. Algunos viejos oyentes de ese programa recordarán su voz argentina, es lo que espero. Cuando logré casi por milagro que Enrique Santos Calderón me recibiera y me contratara en El Tiempo, volví a París y Eduardo me dijo: “Venite conmigo a Sarajevo, que es donde está la joda. Hay que estar allá”. Iba a celebrarse un referéndum en Bosnia sobre la independencia y ya habían empezado las escaramuzas de los serbios. Viajamos a Zagreb y luego a Split, desde donde se debía tomar el vuelo de Naciones Unidas a Sarajevo. Eduardo escribía muy bien y era un gran reportero. Oírlo hacer entrevistas era un placer, pues lograba hacerse amigo del entrevistado en dos segundos y siempre obtenía lo que buscaba. Me vienen mil recuerdos a la memoria: una noche nos detuvieron en una cárcel bosnia por violar el toque de queda, pero acabamos bebiendo aguardiente con los guardias, pues les dijo que antes de venir a Sarajevo había entrevistado a Maradona; o aquella otra vez, en Nápoles, cuando, tras entrevistar a Alessandra Mussolini, un grupo de neofascistas casi nos mata, pues me oyeron decir al teléfono que era “una lunática”. En Argel burlamos la estricta seguridad a la que nos sometían los guardaespaldas, puestos obligatoriamente por la policía a periodistas durante las elecciones de 1996, para irnos al barrio de El Harrach, cerrado por tener la reputación de ser “nido de terroristas” y que acabó siendo un pacífico y entrañable lugar habitado por gente temerosa de lo que la policía del régimen pudiera hacerles. Con Eduardo le di la vuelta a medio mundo, hablamos de toda la literatura, de política y de fútbol hasta el cansancio, y siempre lo recordaré con un cigarrillo y escribiendo su artículo del día en una habitación de hotel o en la sala de espera de un aeropuerto. No puedo creer que se haya ido para siempre, con sus carreras y afanes, con los mil olvidos de última hora que eran su característica y que, en más de una ocasión, nos pusieron a ambos al borde del paro cardíaco. La muerte de un amigo debería estar prohibida, pues supone la destrucción de ese tiempo que estará ahí de cualquier modo, pero que ya no se podrá compartir. Y porque nos condena al pasado, “ese lugar inhabitable”, como escribió él, bellamente. Hasta la eternidad, hermano.

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Posdata tragicómica nacional. Soy una de las víctimas de Ultra Air, con un pasaje a San Andrés para estas fechas. Menos mal que Avianca, tan querida, me dio la opción de un pasaje de ida por $600.000 y regreso por $1’800.000. ¡Qué generosa y solidaria!

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