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POR MUCHOS MOTIVOS SERÁ REcordable este año, cierre de década, cuyo paso nos lanza de lleno al alta mar del siglo XXI.
La gran sorpresa. En Colombia, fue en el terreno político en donde más se vivió el vértigo del ascenso y la caída. Cayó Uribe, emergió Mockus; cayó Mockus, subió Santos. Llegó Santos a la Presidencia y todo cambió. El país dejó de ser un nido de odios e intrigas. Dejamos de ser parias en Latinoamérica. Todo el mundo empezó a querernos. Nuestros vecinos cambiaron, ahora caemos bien. En el plano interno la justicia avanzó con libertad, sin amenazas (o con menos amenazas) y casi se puede entrever en el horizonte esa necesaria refundación del país en torno al reconocimiento a las víctimas y a la restitución de tierras. Los contradictores de Santos durante la campaña electoral —entre los que me cuento— debemos reconocer que es un buen presidente, puede incluso que un presidente inmejorable. Ya me lo había dicho Carlos Fuentes en 2009: “Fui profesor de Santos en Harvard, uno de mis mejores alumnos”. En su libro La silla del águila lo imagina gobernando en 2020. Se le adelantó. ¡Qué extraño país el nuestro! Si en 2009 ser un ciudadano civilizado y responsable, e incluso ser de izquierda, consistía en defender la Constitución y a la Corte Suprema de Justicia, en 2010 consiste en defender al presidente del ex presidente. Sorpresas, contradicciones. Qué bueno contradecirse si la realidad sale ganando. Habrá que tener los ojos muy abiertos.
Un hecho deportivo (y de algún modo, también lingüístico). España se convierte en el tercer país hispano hablante en ganar la Copa del Mundo de fútbol.
La celebración. El premio Nobel a Mario Vargas Llosa. Formo parte de los lectores entusiastas que han leído y releído toda su obra y rastreado hasta el cansancio sus primeras ediciones, como aquella de Conversación en la Catedral en dos tomos o la edición original de Historia de un deicidio. Notable también el premio Anagrama a Antonio Ungar, por primera vez a un colombiano.
Un hecho notable. El increíble salvamento de los mineros chilenos (escribo esto en Santiago de Chile). La técnica, la industria al servicio de una causa noble.
Un libro. O mejor, dos libros extraordinarios. La locura de nuestro tiempo, de Mario Mendoza. Una colección de textos biográficos, reflexivos, a mitad de camino entre el ensayo y el diario, emparentado con las fabulosas Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro. El otro: No hay silencio que no termine, de Íngrid Betancourt, que ya comenté en este espacio.
Un evento. El festival literario francés Les Belles Etrangères celebró la literatura de Colombia. A pesar de algunas polémicas locales que le pusieron picante, fue destacable el entusiasmo de la prensa, tanto en Francia como en Colombia. No recuerdo otro evento cultural reciente, centrado en el país, que haya concitado un cubrimiento periodístico tan sesudo y generoso.
Un escándalo. Wikileaks, sin duda. Hacer públicos los papeles secretos de la diplomacia e incluso del espionaje internacional. Como entrar al subconsciente de un gobierno o país. Como cuando un marido irrumpe en el correo electrónico de su esposa y descubre una verdad incómoda, un rostro desconocido.
