La nueva acción de la alianza “Semana & Fiscalía” (enunciada por Cecilia Orozco) se debería estudiar en las facultades de periodismo, pues ilustra dos de las pasiones que han devastado la política: el odio y la venganza. Me refiero a la imagen del expresidente Santos con el título “El Nobel de Odebrecht”. Lo primero que llama la atención es el modo agresivo en que dirige hacia Santos la corrupción ligada a la empresa brasileña, ocultando que las condenas en Colombia, a día de hoy, han sido sobre todo a exfuncionarios del gobierno de Uribe o sus afines, y que el propio Óscar Iván Zuluaga ya pidió perdón por el mismo delito; además, con la información de que disponemos, hoy el escándalo en Colombia debería llamarse “caso Aval/Odebrecht”, puesto que el Grupo Aval tenía el 33% de la operación, lo que la revista por supuesto ignora. ¿No fue el Grupo Aval el que, tal vez para detener las investigaciones, prefirió hacer una “explosión controlada” confesando algo a las autoridades de EE. UU. y sacando la chequera? Esto, de paso, obligó a la Fiscalía de Barbosa a abrir sus carpetas para dar a los ciudadanos la impresión de que ellos también estaban investigando, y tal vez ahí la sacra alianza tuvo la idea: condenar a Santos y poner el Nobel en la misma sartén. Muy fotogénico, podría funcionar.
Hay algo inquietante en la confesión del Grupo Aval en Estados Unidos: declaran haber cometido un delito económico a favor de la campaña de Santos, pero lo hacen in extremis. ¿Quiere esto decir que, en otro contexto, no lo habrían hecho? ¿Es esa la idea de justicia que maneja el Grupo? No soy investigador privado, pero sí lector y autor de algunas novelas negras y puedo decir que aquí hay algo que huele mal. ¿Por qué el Grupo decide protegerse denunciando la campaña Santos? No es un secreto que Sarmiento Angulo, cuya fortuna proviene en gran parte de la contratación con el Estado, es cercano a Uribe y financiador de la derecha colombiana, pero también lo fue de Santos, al tal punto que le pidió la delegación de Colombia ante la UNESCO para su hija Sonia. Y más: el Gobierno Santos le ternó a Néstor Humberto Martínez, su abogado, para el cargo de fiscal general, poco después de que explotara el escándalo Odebrecht en Brasil, una operación con aspecto de salvavidas en medio de la tormenta.
Hoy, la portada de Semana nos recuerda que el gran enemigo del uribismo sigue siendo Santos. No lo olvidan. Un odio que en su momento se salió de cauce por el Nobel de Paz, noticia que suele ser buena para los países de los galardonados, pero que el uribismo encajó mal y quiso dinamitar desde el primer día con una campaña de desprestigio. ¿Recuerdan a esa periodista en Oslo lanzando esa pregunta/acusación con el objetivo de que la oyeran los demás medios internacionales (sugería que Santos había comprado el premio con un contrato petrolero)? Al ver la portada de Semana es obvio que esa campaña, tan parecida a una venganza, sigue viva. Porque el odio no precluye y menos ahora, cuando la misma carga explosiva les sirve también para atacar la aspiración de Santos a la Secretaría General de Naciones Unidas. ¿Es periodismo, es búsqueda de la verdad? No. Es solo venganza. Si fuera el argumento de una novela negra, sería predecible y el lector la dejaría.