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Eros y capital

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Santiago Gamboa
05 de febrero de 2022 - 05:30 a. m.
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Dice Michel Houellebecq: “Actualmente, el valor de un ser humano se mide por su eficacia económica y su potencial erótico”. Cuánta razón tiene. Esto explica que haya gente dispuesta a levantarse a las 4:30 a.m. para ir al gimnasio, sin afectar su ritmo productivo. Es la unión entre erotismo y capitalismo. La gente quiere ser bella y rica. Un esquema de valores que se aplica a todo, incluso a ciertos contextos de la literatura: el mejor es el más rico y, por esa vía, el más guapo y mejor vestido. Hoy muchos jóvenes escriben, pero no porque quieran ser escritores, sino porque quieren ser famosos. El objetivo es la celebridad y la escritura es un medio para lograrlo. En el mundo del periodismo pasa lo mismo. Muchos alumnos de Comunicación Social ni siquiera quieren ser periodistas. Lo que quieren es ser influencers. Es decir: famosos y ricos.

Eros y capital. Hay una sensualidad en el lujo que se contrapone a la austeridad y a la política. El derroche es lascivo, el gasto es sexual, la ostentación es pornográfica. Ser feo, sudoroso, gordo, vestirse sin gracia, es una actitud subversiva. Es ser disidente. Y las sociedades castigan a los disidentes. Hubo un tiempo en que el artista fue el supremo disidente, pero hoy está siendo abducido por esa misma sociedad de la que se alejó en tiempos de los parnasianos y los impresionistas.

A lo anterior se debe sumar la cultura del yo, que multiplica la necesidad de belleza y triunfo económico. La técnica acentuó el egocentrismo, pues ahora nuestra vida tiene un espectador permanente: el otro, el amigo, el que me ve y me aplaude a través de las redes. La gente vive un idilio cotidiano consigo misma, el espectáculo de su propia vida los asombra y enmudece. Y son felices. La autocosificación es el fenómeno más popular de la modernidad. ¿Qué porcentaje de las fotos son en bikini, en tanga? Enorme. Hay que ser bello para que los demás me den like. La explotación laboral también cambió. Ahora el ser humano se explota a sí mismo, nunca se desconecta. Porque si no es rico y su patrimonio no lo satisface, se flagela. Es mi culpa, piensa. Y se deprime. El culpable es él mismo, no el sistema. El sistema está perfecto. No eres tú, soy yo. Se sustituye la revolución por la depresión.

Las tres grandes revoluciones del fin de siglo tienen que ver con esto: el internet, el celular y el depilado integral. Se aumenta la productividad y hay un cambio en el cuerpo. El andrógino de pubis depilado acabó siendo bisexual y revolucionario. El género ya no es una condición biológica sino psicológica: género trans, género fluido. Se huye de lo binario en la sexualidad y en lo productivo. El sexo no binario lleva a los géneros fluidos, y en la tecnología, al algoritmo: la definición, día a día, de quién es cada uno según Google. El cambio de cuerpo está también en los tatuajes. Antes las marcas y cicatrices denotaban experiencias. Los marineros, los reclusos. La vida. Hoy el cuerpo terso e impoluto se mancha, se ensucia, se raya. Es un muro poblado de grafitis. Así, pasamos de la píldora y la revolución sexual de los años 60 a la deforestación del monte de Venus, el pubis angelical y andrógino del fin de siglo. Porque la genitalia es también un hecho político, tal vez la única revolución que sobrevive.

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Felipe(97456)19 de marzo de 2022 - 02:09 p. m.
Nuestra profundidad de charco!
Magdalena(45338)06 de febrero de 2022 - 06:22 a. m.
Tiene toda la razón en lo que plantea.Esta sociedad Like,plana que ama la apariencia, no la profundidad sino lo plano es altamente decadente y ridícula En este contexto .que podemos esperar de los potenciales dirigentes y dirigidos?
Juan(5em28)06 de febrero de 2022 - 03:07 a. m.
Excelente columna. Recordé la lectura del ensayo de Zuleta. (Elogio de la dificultad).
Carlos(33105)06 de febrero de 2022 - 01:49 a. m.
Decadencia debida al abismo en se encuentra el arte, poco dice la música, nada la literatura (el mismo Houellebecq está sobrevalorado) las artes plásticas, pretenciosos malabarismos vacíos, tampoco la poesía, fallidos intentos de renovación, pues, como en el porno, los temas están agotados. En fin, todos quieren sus 15 minutos de fama, aunque eso suponga ponerse tetas, como el imbécil ese.
alfonso(9763)05 de febrero de 2022 - 11:20 p. m.
Muy bien Santiago. Hasta el territorio piel, los nuevos sonidos llamados música y los nuevos paradigmas; no se han dado cuenta que corresponden a la esclavitud universal 2.0 mal llamada *"GLOBALIZACIÓN"*
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