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Fútbol, Messi, capitalismo

Santiago Gamboa

20 de julio de 2024 - 12:05 a. m.
"El equipo argentino era muy bueno y Messi brilló, pero es innegable que los árbitros de la FIFA les dieron casi un penalti por partido": Santiago Gamboa
Foto: EFE - CJ GUNTHER

Todos lo vimos el pasado domingo: dos selecciones relativamente equilibradas, ordenadas, y un partido que, en el tiempo reglamentario, se mantuvo en paridad, hasta que en el tiempo agregado una genialidad de Lo Celso puso a Lautaro delante del portero de Colombia y lo fusiló con una bala de cañón que fue al fondo de la red. Nada qué decir. Un golazo absoluto y monumental. Argentina campeón. En ese disparo hubo muchas cosas en las que el equipo argentino fue y es, por supuesto, superior al nuestro: experiencia, repentismo, oportunidad, valor individual y valor de equipo. Para ellos jugar una final es ya una costumbre, algo que nuestra selección no tiene. Cada cosa cuenta. El más mínimo gesto es significativo cuando se habla de un juego como el fútbol en el que el recorrido del balón depende de tantas cosas: el talento, la disciplina, la estrategia. Pero hay uno que es el más inasible: el azar. Cuando un balón atraviesa un cañaveral de piernas y brazos en el área sin chocar contra nada y entra al arco, el azar es definitivo. Por un milímetro entra o sale, rebota, se desvía. Casi podríamos decir que la estrategia del fútbol es un intento por reducir el azar, por domesticarlo. Como en la vida. Es el incontrolable azar al que nos vemos expuestos y que puede, en un segundo, destruirnos o darnos la felicidad. Cuando un futbolista se pregunta si debió pasarla a su compañero de la izquierda, y tal vez habrían ganado, es igual que cuando uno piensa que ha debido ir por la calle de arriba, y a lo mejor no se habría estrellado. Por eso el fútbol se parece tanto a la vida. Es la vida.

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Y por eso está sujeto a las mismas presiones y valores. El novelista francés Michel Houellebecq escribió algo aleccionador: “El valor de un ser humano se mide por su eficacia económica y su potencial erótico”. También en el fútbol. En el capitalismo futbolero, la marca más exitosa de hoy es el nombre de Messi y por eso todos quieren que esté siempre ahí, y que gane. La presión del márketing necesita que Messi levante una copa cada cierto tiempo, y más ad portas de uno de los mejores negocios que es la Copa del Mundo, en la que, cada cuatro años, la FIFA hace su jubileo, pues se alimenta del dinero que el país sede le da. ¿Y qué quiere ese país? Pues que su mundial sea el mejor, y para eso se necesita que lo gane el más famoso. El ejemplo de Qatar está ahí, todos lo vimos. El equipo argentino era muy bueno y Messi brilló, pero es innegable que los árbitros de la FIFA les dieron casi un penalti por partido. ¡Cinco penaltis a lo largo del evento! Y cuatro de ellos, incluido el primer gol de la final contra Francia, bastante más que discutibles, entregados en papel regalo y con moño. Pero es que Messi es Messi, que en ese momento era propiedad del emir de Qatar, dueño del PSG en el que jugaba. Capitalismo, márketing. Ahora se trata de hacer crecer la afición en Estados Unidos, sede del próximo mundial, y por eso la figura de Messi, que ya vive en Miami, es de nuevo la clave. ¿Tuvo esto que ver con la decisión de no dar el penalti de Mac Allister a Córdoba? Cualquiera que estudie la repetición de la jugada lo ve con claridad, pero el árbitro y el VAR no lo vieron. ¿Ceguera real o dirigida? “Piensa mal y acertarás”, dicen que dijo Maquiavelo.

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