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La mentalidad traqueta

Santiago Gamboa

11 de julio de 2020 - 12:00 a. m.

Uno de los temas que más me han apasionado en la vida son los viajes y la literatura de viajes. Desde el regreso de Odiseo a Ítaca, hasta la travesía marina de Jasón y los argonautas, el viaje fue siempre una de las actividades humanas más enriquecedoras e inteligentes. Por eso me subleva ver que en Colombia se vuelve espacio de corrupción, en un ejemplo más de esa “mentalidad traqueta” que se apodera de ciertos funcionarios cuando llegan al poder. Me refiero, por supuesto, al debate por los viajes del fiscal Barbosa, tanto el de San Andrés como los anteriores denunciados por W Radio, donde supimos, atónitos, que había ido a Caño Cristales con su hija, a conocer, y que fue en avión al matrimonio de una amiga en Pereira. Si los narcos de los 80, como Carlos Lehder, imitaban a los multimillonarios de su época con los aviones privados, ahora los funcionarios del Estado imitan a los narcos de los 80. ¡Qué estilacho llegar en avión a una rumba! Irresistible. Y mucho más cómodo, claro. Por supuesto que el fiscal se sentirá cubierto por el hecho de que el propio presidente Duque armó paseo familiar en el avión presidencial, haciendo viajes a Panaca con los amiguitos de su hija. El poder es así, o si no, ¿para qué? Es lo que los sociólogos llaman “el poder conspicuo”. Que se vea y que la gente se quede boquiabierta, súpita. Yo llego en avión privado a las fiestas, baby, ¿cómo te llamas?

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El problema es que en un país de mentalidad arribista como el nuestro, donde la obsesión nacional es ser millonario (como los traquetos y los corruptos), es muy difícil privarse de esa especie de “síndrome de superioridad ilusoria” que les da el poder. Y ese poder significa prebendas: escoltas, celulares pagados, helicópteros, aviones, choferes. Les encanta todo eso. Si pudieran llevar a los hijos en helicóptero oficial al colegio, serían felices. La psicología del rastacuerismo sugiere al funcionario lo siguiente: no eres millonario, admitámoslo, pero tienes a disposición lo mismo que tienen los millonarios, ¿qué esperas? De ahí el abuso que es ya una tradición: escoltas a los que les toca ir a hacer mercado, choferes oficiales llevando niños al colegio o a hijos adolescentes a las fiestas, para que puedan emborracharse tranquilos. En las embajadas, ni se diga. Y el Estado detrás, con su chequera.

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El problema es muy antiguo. Hoy nos parecen una evocación mitológica esos viajes por Europa, en avión presidencial, de Turbay Ayala y sus amigotes. Recuerdo también, cuando el impresentable Moreno de Caro era embajador de Uribe en Sudáfrica (¡qué nombramiento tan indecoroso!), que este se presentó en India, en viaje oficial, con el cuento de que estaba escribiendo un libro de geopolítica a cuatro manos con el presidente Uribe. Por supuesto que venía desde Johannesburgo en clase ejecutiva y con viáticos de la Cancillería, y en Delhi se hizo tratar como rey. O como traqueto, que a veces, para estos personajillos, viene a ser lo mismo. Estamos tan lejos de los países civilizados, como Alemania o Suecia, en donde incluso usar las millas ganadas en viajes oficiales es considerado corrupción. Sólo espero que tanto el fiscal como Duque hayan visto, estos días, la imagen de López Obrador viajando a Washington en clase económica.

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