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Odebrecht, Pizano, enigmas

Santiago Gamboa

07 de julio de 2023 - 09:05 p. m.

El escándalo y la confesión de Óscar Iván Zuluaga me llevaron a recordar mi propia investigación sobre Odebrecht para mi podcast Crónicas de la noche roja, que hago con RTVC, pero no sobre la posible financiación ilegal de las campañas, sino referido a la periódica serie de hechos de sangre iniciada el 12 de octubre de 2018, en Chile, con un accidente atroz, y continuó en noviembre con dos sospechosas muertes en una finca de Subachoque. Incidentes unidos por un hilo que no es invisible y que había empezado poco antes con la revelación de la corrupción continental de Odebrecht.

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El primer episodio, el del 12 de octubre de 2018, fue un brutal accidente en las carreteras aledañas a la ciudad de Valparaíso, en la costa Pacífica chilena. La entonces fiscal Amparo Cerón, encargada en Bogotá del caso Odebrecht, perdió el control en una curva, su carro salió de la carretera y se volteó aparatosamente. Fue hospitalizada de urgencia y puesta en coma inducido durante varias semanas. Se recuperó, pero a raíz de las heridas perdió un ojo. Las autoridades chilenas archivaron el caso como un accidente, pero la exfiscal Cerón, hoy, asegura que intentaron matarla. ¿Qué pasó realmente?

Tres semanas después, otro hecho aterró a la opinión pública: el 8 de noviembre de 2018 Jorge Enrique Pizano, auditor de la empresa Corficolombiana, financiera de la Concesionaria Ruta del Sol II, de la que eran socios Odebrecht y el Grupo Aval, muere en su finca de Subachoque. La necropsia indicó un infarto fulminante de miocardio.

La coincidencia con el accidente de la fiscal no pasó desapercibida, pues, semanas antes, atemorizado por cierta información de la que disponía sobre el manejo irregular de las concesiones viales, Pizano le había dicho a la fiscal Cerón que su vida corría peligro y pidió protección. Lo estaban evaluando, pero cuando la fiscal pudo regresar a Colombia ya Pizano había muerto.

Un hecho aparentemente fortuito volvió a disparar las alarmas. El hijo de Jorge Enrique Pizano, Alejandro Pizano, vino a Bogotá para asistir al funeral de su padre, tomó un sorbo de una botella de agua saborizada que encontró sobre el escritorio y empezó a sentirse mal. Su esposa lo llevó de urgencia al hospital, pero murió en el traslado. Y ahí vino la sorpresa: la autopsia del joven reveló “muerte por ingesta de cianuro”. Este hecho dio nueva luz sobre el deceso de su padre, Jorge Enrique Pizano, cuyo cuerpo ya había sido incinerado. Y entonces, ¿cómo saber qué fue lo que pasó? Pronto los especialistas determinaron que una de las reacciones del cianuro es el infarto y entonces la Fiscalía habló de un suicidio. Pero no todos creyeron esta versión. La abogada de la familia Pizano, Luz Estela González, en declaración bajo juramento, habló de un acto criminal. La historia podría ser una tragedia de Shakespeare o una rutinaria crónica latinoamericana de miserias, sobornos, ambición desmedida y anhelos de riqueza. Odebrecht y sus contratos fueron el telón de fondo, el elemento común de estos hechos violentos, ya se trate de suicidios, accidentes o posibles crímenes, como barajó la prensa. ¿Qué tenían esos abigarrados contratos? Y de haber sido crímenes encubiertos, ¿a quién convenían esas muertes? Son enigmas que hoy siguen sin resolverse.

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