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Barco, ¿el último liberal?

Santiago Montenegro

19 de septiembre de 2021 - 10:00 p. m.

En columnas y eventos que conmemoran el centenario del nacimiento del presidente Virgilio Barco (1986-90), se ha citado a sus biógrafos Leopoldo Villar Borda y Malcolm Deas para resaltar que Barco fue quizás el último de los liberales. Consistente con el ideario de la vieja tradición liberal, que comenzó con Francisco de Paula Santander y Ezequiel Rojas, y concluyó quizás un siglo después con Carlos Arturo Torres, según el magnífico ensayo de Eduardo Posada Carbó, en su libro Liberalismo y poder, editado con Iván Jaksic, Barco creyó en una clara separación de la Iglesia y del Estado, el respeto a la ley, la separación de poderes y el poder limitado.

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Creyó en la descentralización y el desarrollo de las regiones y de la vida municipal, las que él conoció muy bien, cuando allá en su tierra natal, Cúcuta, comenzó su aprendizaje como administrador y como político, y donde también fue testigo de la oprobiosa actuación de obispos y curas haciendo abiertamente campaña política por el Partido Conservador.

Consciente de la importancia de la deliberación pública y del respeto de los derechos de las minorías, gobernó bajo el esquema gobierno-oposición. Consciente también del papel crucial de la economía de mercado y del sector privado, sin ser cepalino creyó que el Estado tenía un papel crucial en la provisión de bienes públicos y así lo demostró como alcalde de Bogotá, cuando impulsó la más ambiciosa expansión de la infraestructura hasta entonces jamás vista.

Como presidente, impulsó el Plan Nacional de Rehabilitación y se propuso acabar con la pobreza absoluta, pero se topó con la expansión del narcotráfico y de la violencia de los narcos y de la guerrilla. Sobre la guerrilla, no compartió el diagnóstico de Belisario Betancur sobre las mal llamadas causas objetivas de la violencia, pero eso no fue óbice para alcanzar un acuerdo de paz con el M-19. Al narcotráfico lo combatió con absoluta determinación, al punto que prefirió hundir su gran reforma constitucional a ceder en la eliminación de la extradición.

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En un acto de conmemoración, que tuvo lugar en el Teatro Colón el lunes 13 de septiembre, Fernando Cepeda, Alfonso Gómez Méndez y la excanciller Carolina Barco, bajo la moderación de la ministra de Cultura, recordaron su obra política, su personalidad y sus cualidades humanas como líder y padre de familia. En una sugerente intervención, César Gaviria reconoció que la nueva Constitución y la apertura de la economía fueron iniciativas que tomó del Gobierno de Barco, y, por su parte, el presidente Iván Duque, en un estudiado y excelente discurso, hizo un análisis de la vida y obra de Virgilio Barco como administrador, intelectual, político y estadista. Pero, quizá, la mayor significación simbólica de ese evento en el Teatro Colón fue ver a muchos exministros y funcionarios de diferentes gobiernos y, en especial, a dos contradictores, el expresidente César Gaviria y el presidente Iván Duque, sentados el uno al lado del otro, deliberando sobre la vida y obra de uno de los grandes colombianos del siglo XX, al tiempo que reconocían políticas y logros de sus respectivas administraciones.

Virgilio Barco vería con beneplácito más encuentros de esta naturaleza en los que, desde la diferencia pero con respeto y franqueza, los colombianos podamos deliberar y plantear soluciones a los grandes problemas del país.

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