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Cuatro países conforman el organismo y dos de ellos no tienen relaciones diplomáticas.
La semana pasada estuvo de moda la Comunidad Andina. Con ocasión de sus 40 años se realizó una celebración en Lima, aunque bastante lánguida, y aparecieron varios escritos sobre el estado actual de la CAN. Hace mucho tiempo no se veían tantos editoriales, columnas de opinión y caricaturas sobre el tema.
La mayoría de los analistas expresaron que la crisis que atraviesa el sistema andino de integración es una de las más profundas de su historia y muy pocos, salvo mi amigo Germán Umaña, se atrevieron a apostar por un futuro promisorio del proceso.
No les falta razón a los que están preocupados por la situación de la Comunidad Andina. Tras el retiro de Venezuela, que junto con Colombia constituían su masa crítica, hoy sólo forman parte de ese acuerdo cuatro países: Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Dos de ellos no tienen relaciones diplomáticas; existe una división ideológica entre sus miembros que dificulta el avance coordinado de sus políticas comerciales, y las instituciones andinas no han podido, o más bien no las han dejado, reaccionar para sacar adelante la integración.
Si se miran los objetivos que se trazaron los creadores del entonces Grupo Andino, es evidente que están muy lejos de cumplirse. El sueño de la conformación de un mercado común, con libre movilidad de bienes, servicios, personas y capitales, a espejo de las Comunidades Europeas, quedó en el olvido. Hoy el éxito consiste en que no se presenten más renuncias al acuerdo.
Sin embargo, no hay que ser desagradecidos con el sistema de integración, en especial en materia de libre comercio, del cual el gran beneficiado ha sido Colombia. Si bien durante las dos primeras décadas el proceso no despegó y se concentró en una visión de regionalismo cerrado, proteccionista y dirigista, que generó la primera deserción del Acuerdo con el retiro de Chile en el 73, a comienzos de los 90 se llevó a cabo una gran transformación que lo impulsó decididamente.
La diplomacia económica de la administración Gaviria, con Juan Manuel Santos como ministro de Comercio Exterior, creó la zona de libre comercio andina, abriendo los mercados venezolano y ecuatoriano a los productos colombianos. Incluso Perú, que fue el país más reacio, se incorporó a la zona de libre comercio a comienzos de esta década, y cuando estaba Guillermo Fernández de Soto como secretario general de la CAN parecía que la tan anhelada unión aduanera podía ser una realidad.
Desafortunadamente, las diferencias ideológicas entre los países truncaron esos avances y se entró en el limbo que vive la CAN. Pero el recorrido de la década pasada es lo que permite que las exportaciones de productos colombianos, no de bienes primarios, sino de bienes de mayor valor agregado que generan buena parte del empleo en el país, hayan crecido sustancialmente en todos estos años.
Hoy con Perú las cosas marchan bien, y el comercio y la inversión siguen creciendo. Con Ecuador son más complejas. Pero basta imaginar cómo se hubiera podido afectar el comercio binacional si no existiera un marco jurídico que regulara las relaciones económicas de manera independiente a los avatares políticos, para entender las bondades de la existencia de la CAN. Claro que, de otro lado, falta que la institucionalidad andina esté en capacidad de imponer sus reglas frente a la reciente salvaguardia adoptada por ese país.
Finalmente, el retiro de Venezuela sin duda fue un golpe muy duro para la CAN. Pero incluso en la actualidad los productos colombianos entran al mercado venezolano sin aranceles, gracias a que el Acuerdo de Cartagena previó que si un país denunciaba el tratado, debía mantener por cinco años las preferencias. Es más, si Chávez no se hubiera salido de la CAN la historia sería otra, pues habría intentado, y hubiera tenido las mayorías al juntarse con Ecuador y Bolivia, imponer su política económica a través de normas andinas en materia de inversión, propiedad intelectual y cierre de importaciones, lo que hubiera obligado a Colombia y a Perú a retirarse del Acuerdo. Ahora el reto es otro: negociar un acuerdo con Venezuela a partir de 2011 que dé estabilidad a las relaciones comerciales binacionales.
En fin, es evidente que la CAN atraviesa dificultades, pero mientras subsista beneficia a Colombia. Algo que no se puede olvidar.
* Ex director juridico de la CAN.
