Publicidad

El problema del centro no es que sea tibio sino que peca de morrongo

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Santiago Vargas Acebedo
13 de diciembre de 2025 - 05:04 a. m.
"Esta manía de polarizar acusando a sus contrapartes de polarizadores no es más que una estrategia del centro para comercializar a la izquierda y la derecha como proyectos ilegítimos" - Santiago Vargas
"Esta manía de polarizar acusando a sus contrapartes de polarizadores no es más que una estrategia del centro para comercializar a la izquierda y la derecha como proyectos ilegítimos" - Santiago Vargas
Foto: Archivo partic
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

En Historia de la locura, Foucault nos recuerda que nuestro creador, sea quien haya sido, decidió quedarse con todas las respuesta y dejarnos a nosotros solo las preguntas ⎯una forma alegórica de decir que los seres humanos no tenemos acceso a las certezas. Más aun, precisamente porque el nuestro es el reino de la incertidumbre resulta apenas razonable que impere entre nosotros la discordia. Y solo porque no existe otro sistema político que ampare el derecho a la discordia es que se justifican las democracias.

Si realmente nos pudiéramos poner todos de acuerdo bien podríamos avalar las tiranías. A la larga, la verdadera promesa de la democracia no es la de garantizar la unión sino la de proteger la división. Por eso, toda facción política que aspire a honrar la promesa democrática debe cumplir con al menos dos condiciones: primero, reconocer la legitimidad de los demás proyectos políticos y, segundo, mantener vivo el espíritu de la discordia.

Desde hace ya tiempo que el centro político se percibe a sí mismo como el bastión supremo de la democracia. Pero se me ocurren al menos cuatro pecados en los que incurre que dan fe de que no comulga del todo con estos dos principios democráticos.

Primero, el centro suele presentarse a sí mismo como la antítesis de la polarización. Pero, al adoptar esta postura, lo que hace es ponerse a sí mismo en un polo, expulsando a la izquierda y a la derecha a otro polo ⎯la mismísima definición de la polarización. Peor aún, esta manía de polarizar acusando a sus contrapartes de polarizadores no es más que una estrategia del centro para comercializar a la izquierda y la derecha como proyectos ilegítimos.

Segundo, el centro con frecuencia asegura estar pensando en “solucionar los problemas de los colombianos” mientras que acusa a la izquierda y a la derecha de estar presos por la ideología. Pero olvida que precisamente lo que no tenemos ni tendremos nunca es consenso alrededor de cómo se solucionan nuestros problemas. Y es precisamente por eso que tanto necesitamos a la ideología. A la postre, lo que el centro hace es asumir que sus posturas son tan incuestionablemente ciertas que carecen de ideología, pasando por el alto el principio sagrado de la discordia.

Tercero, el centro afirma que se diferencia de la izquierda y la derecha porque representa conceptos como la decencia, la sensatez, la coherencia y demás; todos llenos de connotaciones moralistas. Pero todo proyecto político que conciba la diferencia con respecto a sus adversarios en términos morales y no ideológicos se está rehusando a reconocer la legitimidad democrática de sus contrapartes.

Cuarto, el centro acusa a la izquierda y a la derecha de venderle versiones pasionales y simplificadas del mundo a los votantes, a la vez que alega tener el monopolio de la complejidad y la razón. Pero al recalcar, como tanto hace el centro, que la izquierda y la derecha son dos extremos del mismo fenómeno cae en la misma simplificación que tanto denuncia. Por lo demás, insistir en que Abelardo de la Espriella e Iván Cepeda son dos caras de la misma moneda es un síntoma no solo de pereza sino, sobre todo, de descaro racional.

Como si fuera poco, en Colombia, el centro ni siquiera ha sido capaz de consolidarse a través de un partido político, optando en lugar por las estrategias demagógicas de recoger firmas y construir los mal llamados “proyectos independientes o ciudadanos” ⎯un eufemismo para decir “proyectos personalistas”. Mientras que el centro no le apunte a la consolidación de partidos políticos de largo alcance que trasciendan los personalismos no se estará tomando en serio a los votantes y, por eso, los votantes tampoco lo tomarán en serio.

El centro es un proyecto político legítimo, pero bien le correspondería empezar por reconocer la legitimidad ajena, pasando por el confesionario y admitiendo que es culpable de estos cuatro pecados.

santiago.vargas.acebedo@gmail.com

Santiago Vargas Acebedo

Por Santiago Vargas Acebedo

Sociólogo y arquitecto que investiga la interacción entre la cultura y la política. Es candidato a doctorado en Sociología por la Universidad de Cambridge, tiene una maestría en Cultura y Sociedad de la London School of Economics y un pregrado en arquitectura de la Universidad de los Andes. Ha publicado ensayos, cuentos y columnas en medios.
Conoce más

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.