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‘Apartheid’, Israel, los nazis y el régimen Trump

Santiago Villa

28 de febrero de 2025 - 12:00 a. m.
“El joven Elon Musk creció en una familia que le apostó a la supremacía blanca como ideario político”: Santiago Villa.
Foto: AFP - JIM WATSON

Las banderas de Palestina ondeaban de astas hechizas. Era junio de 2013 y activistas sudafricanos protestaban frente a la Universidad de Johannesburgo por la visita de Barack Obama, quien estaba por dar una conferencia en la universidad a los beneficiarios de la Iniciativa para Jóvenes Líderes Africanos. Mi amiga y compañera de casa, Sibongile Khumalo, estaba dentro del auditorio como una beneficiaria del programa mientras yo tomaba fotografías de la protesta. La policía nos dispersó con granadas aturdidoras y empujones no mucho antes que asomara la caravana presidencial de Obama.

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Durante los siguientes años, como parte de este ambicioso programa de formación de líderes que tuvo un amplio apoyo bipartidista en Estados Unidos, Sibongile y los otros casi 2.000 beneficiarios asistieron a varias capacitaciones y eventos para fortalecer contactos en Washington D. C. La idea era capacitar a una generación de líderes cercanos a Estados Unidos que contribuyeran a superar los grandes problemas de gobernabilidad en África. Si bien Trump quiso acabar con el programa en su primera presidencia, el apoyo político que recibía de demócratas y republicanos no le permitió más que reducir su presupuesto en un 75 %. Hoy es uno de los programas del Departamento de Estado que, si bien no ha sido del todo desfinanciado, está en la mira de ser suprimido.

Hace 10 años, durante la presidencia Obama, las relaciones entre Sudáfrica e Israel eran un tema marginal, mientras formar líderes era un asunto central. Hoy la situación se ha invertido. Al presidente de Estados Unidos no le interesa formar líderes africanos y su relación con Sudáfrica está atravesada por la de Israel y Palestina.

Desde la segunda mitad de la década de 1970, cuando la brutalidad del régimen apartheid empujaba a Sudáfrica a un aislamiento internacional, Israel le tendió la mano vendiéndole armamento y asesorándolo para que tuviera arsenal atómico.

Fueron los años cuando el padre de Peter Thiel, el principal financiador de J. D. Vance, el vicepresidente de Estados Unidos, trabajaba para una compañía sudafricana que extraía uranio de Namibia y mantenía a los trabajadores negros en condiciones equivalentes a la esclavitud. En ese entonces, Sudáfrica ocupaba Namibia ilegalmente, de forma similar a como Israel por la misma época comenzó a ocupar el Banco Occidental.

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Menachim Begin, fundador de Likud, el partido que hoy preside Benjamín Netanyahu, se daba cuenta de que aliarse con simpatizantes nazis y supremacistas blancos no chocaba con lo que realmente le interesaba: darle una solución final al problema palestino. Likud ha estado dispuesta durante décadas a aliarse con antisemitas para promover su política anti-Palestina.

Durante esos años también comenzó a asistir a una escuela segregada en Pretoria, capital de Sudáfrica, el hijo de la exreina de belleza, Maye Haldeman (hija de canadienses que simpatizaban con Adolfo Hitler y se mudaron al país del apartheid porque admiraban sus políticas), y el millonario empresario minero Errol Musk. El joven Elon Musk creció en una familia que le apostó a la supremacía blanca como ideario político. La oposición de Errol al apartheid, más que estructural, era cosmética.

“Racista afrikáner fuera de nuestro gobierno”, decía en inglés la pancarta de un hombre de mediana edad y barba castaña, que frente del Departamento del Tesoro de Estados Unidos hacía parte de la protesta del martes 4 de febrero de 2025, convocada para manifestarse en contra del ingreso de Elon Musk con un equipo de hackers a los sistemas del Tesoro de Estados Unidos. Desde las ventanas de sus oficinas, los trabajadores del Tesoro nos enviaban saludos de apoyo. Fue una de las protestas de mediano tamaño que hay al menos una vez a la semana en Washington D. C. desde la inauguración de Donald Trump y su régimen, cuyo inicio simbólico fueron los dos saludos fascistas de Musk al público. Aunque hay que hacer la precisión: Elon Musk no es afrikáner.

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Grupos lobistas financiados por agricultores blancos de ultraderecha que se oponen a una reforma agraria en Sudáfrica para superar desigualdades del apartheid han presionado a Trump desde su primer gobierno para que se oponga a ella. Además de las presiones de sus aliados y financiadores, Trump resiente del actual gobierno sudafricano que haya denunciado a Israel, su único aliado en el mundo, por genocidio ante la Corte Penal Internacional.

Por eso el ultimátum de este mes: Sudáfrica debe descartar su reforma agraria o Estados Unidos suspenderá todos sus apoyos al país. Sudáfrica lleva décadas tratando de realizar esta reforma contra viento y marea. Ahora, que parecía tan cerca, queda de nuevo en el aire.

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