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Clíver Alcalá es un imprudente, oportunista, irresponsable y embustero, de una forma similar a como lo fue Francisco de Miranda, un prócer venezolano que comandó una de las operaciones militares más torpes de la historia.
Miranda, a diferencia de Alcalá, fue un hombre valiente y culto, que luchó en un abanico de conflictos armados durante el Siglo de las Luces y logró una legendaria red de contactos en Europa y Estados Unidos, que incluían a Catalina la Grande, el primer ministro William Pitt, Thomas Jefferson y James Madison. La mayoría de estos, sin embargo, se cansaban bastante rápido de Miranda, pues también era un fanfarrón ingenuo y un pésimo estratega, que compartía con cualquiera que quisiera escucharle sus delirantes planes para liberar América del yugo español, al igual que Clíver Alcalá con sus planes de tumbar a Nicolás Maduro.
Francisco de Miranda lagarteaba entre los círculos del poder buscando dinero, el apoyo de potencias extranjeras y hombres militarmente entrenados, para hacer la revolución en la Capitanía de Venezuela. Lo imagino como una versión ennoblecida por el tiempo de esos exiliados venezolanos en el JW Marriott de Bogotá, que a veces caen en los empalagosos círculos de empresarios sombríos, de antisocialismo neofascista, de oficiales retirados y lavadores de “buena familia”, de agentes de inteligencia nacionales y extranjeros, de periodistas a sueldo y asesores políticos fanfarrones, mejor dicho, esos círculos que tanto seducen a los cuadros del Centro Democrático, si me permiten tanta metáfora geométrica. Fue allí donde hallaron el apoyo económico y político para su aventura los exmilitares Clíver Alcalá y Jordan Goudreau, el ex-SEAL de la Marina de los Estados Unidos.
Si el alter ego de Clíver Alcalá es Francisco de Miranda, Jordan Goudreau tiene dos: los coroneles de la guerra independentista de Estados Unidos William S. Smith y Samuel Ogden. El primero era yerno de John Adams y el segundo tenía unas forjas de hierro en Nueva Jersey. Ambos quedaron encantados por el plan de Francisco de Miranda para liberar a Venezuela del yugo español. En especial, porque Miranda les dibujó un escenario romántico: esa sería la primera chispa para detonar la libertad en todo un continente pues, una vez Venezuela fuera libre, el resto de las colonias le seguirían en efecto dominó. Los estadounidenses se dieron a la tarea de levantar dinero entre los banqueros de Nueva York y encontrar mercenarios.
Miranda, Smith y Ogden reunieron a 200; Alcalá y Goudreau, a 300. Todos, los de Miranda y los de Alcalá, fueron atraídos con engaños. Los 200 estadounidenses, en su mayoría jóvenes desempleados de los barrios bajos neoyorquinos, pensaban que estaban protegiendo el correo del presidente de los Estados Unidos, en un trayecto de Nueva York a Nueva Orleans. Fue solo cuando Miranda desplegó en el buque una bandera tricolor que él mismo se inventó, y a la que ahora le cantamos himnos en Venezuela, Colombia y Ecuador, que los estadounidenses entendieron que iban a participar en una revolución. La misión casi fracasa cuando los mercenarios quisieron amotinarse.
Los 300 mercenarios de Alcalá y Goudreau pensaban que tenían el visto bueno de Donald Trump, y que la DEA iba a llegar con un helicóptero a llevarse a Nicolás Maduro. Según Jack Murphy, un periodista de investigación que también es veterano de las fuerzas especiales estadounidenses, no solo Estados Unidos no los apoyaba, sino que la CIA se reunió con ellos en Jamaica y trató de convencerlos de no ejecutar ese plan.
Miranda, por su parte, visitó al entonces presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson, y a su secretario de Estado, James Madison, para recibir su apoyo diplomático. No lo tuvo, a causa de los tratados de no agresión firmados por Estados Unidos. Jefferson, además, se llevó una mala impresión de Miranda.
Los 200 mercenarios que salieron de La Guajira hacia Caracas en botes enclenques, tras meses de hambre y entrenamientos mediocres, cayeron presos en la playa de Macuto el 3 de mayo de 2020.
El 28 de abril de 1806, dos de los buques enclenques con mercenarios hambrientos de Miranda fueron capturados durante un desembarco fallido en Ocumare de la Costa, a unos 200 kilómetros de Macuto. A veces la historia tiene estos fascinantes episodios de morderse la cola.
¿Qué lecciones pueden sacarse?
Una podría ser que, si usted no tiene sentido común y quiere hacer la revolución, al menos es aconsejable que aprenda historia.
Y con más seriedad: soy muy escéptico de que las acciones armadas contra dictaduras y las revoluciones tengan mérito propio. Después de la cadena de estrepitosos fracasos que el siglo XXI nos ha puesto como ejemplo, reemplazar una dictadura con una democracia mediante una operación armada no es una maniobra simple, ni necesariamente aconsejable; e incluso si lo fuera, la angustia y frustración por la debacle de Venezuela son desesperantes, y la desesperación es muy mala consejera. A pesar de que el país está en la ruina, el régimen de Nicolás Maduro es sorprendentemente resistente, así que otra lección es: entre menos intervengamos en los asuntos internos de Venezuela, mejor.
Twitter: @santiagovillach
