Contra los pronósticos de Petro, Europa vuelve al carbón
Casi al mismo tiempo que Gustavo Petro anunció que Colombia se volvería una potencia de la vida, en su poderoso discurso de victoria electoral, el gobierno alemán tomó la decisión de volver a prender sus plantas de carbón, ante el desabastecimiento de gas natural ruso.
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Casi al mismo tiempo que Gustavo Petro anunció que Colombia se volvería una potencia de la vida, en su poderoso discurso de victoria electoral, el gobierno alemán tomó la decisión de volver a prender sus plantas de carbón, ante el desabastecimiento de gas natural ruso.
Esa decisión debería llevar a que Petro se replantee el ritmo al que pretende “descarbonizar” la economía colombiana, o mejor, si en lugar de hablar de “descarbonizar” debería solo hablar de diversificar, y abandonar sus intenciones de ponerle palos a la rueda del carbón y el petróleo mientras no lo haga el mercado internacional, como tarde o temprano sucederá.
Uno no puede afirmar que Petro esté en el lado equivocado de la historia al defender las energías limpias, pero está del lado equivocado de la coyuntura al pensar que la labor del presidente es torpedear los dos principales productos de exportación nacional: el petróleo y el carbón.
Este es un argumento lleno de matices, entonces hay que explicarlo hilando fino. Partamos de algunas premisas ciertas. Estas no son opiniones, sino hechos:
- La matriz energética de Colombia es limpia. Desestimular la producción de carbón y petróleo no tiene ningún efecto sobre las emisiones de carbono de Colombia (podría tenerlas sobre los costos ambientales de la explotación allí donde se hace, pero el argumento de Petro no es principalmente este, sino el tema del cambio climático).
- Si bien los países del mundo desarrollado tienen la intención de reducir el consumo de petróleo y carbón en sus economías, estos países nunca han cumplido las metas de reducción de emisiones que se han propuesto.
- Sin embargo, sí hubo reducciones al consumo de carbón en Europa (no de petróleo, que sigue aumentando). Fue la casi pérdida de este mercado lo que causó la caída de la industria de carbón colombiano.
- La falta de gas natural en Europa está llevando a que los antiguos mercados de carbón colombiano vuelvan a prender sus plantas. El principal ejemplo es Alemania.
Ahora las opiniones que se desprenden de esas premisas:
- Si Colombia deja de exportar carbón y petróleo porque el presidente quiere salvar al planeta del cambio climático, lo único que va a lograr es que los países que compraban el petróleo y el carbón colombiano se lo compren a otro país. Nos pegamos un simbólico y bienintencionado tiro en el pie sin lograr nada.
- La “descarbonización” de la economía colombiana es una meta loable a largo plazo, pero no hace falta que el presidente la decrete. Los mercados se encargarán de esa dinámica, como lo hizo con el carbón hace unos años. El papel del presidente es diseñar estrategias para facilitar la transición, que sí vendrá; pero no es su papel adelantarla cuando el país no está preparado para ella, y cuando sigue habiendo demanda por esos productos.
- Si la ruptura entre Rusia y Europa se mantiene, es posible que se recupere a mediano plazo al menos la demanda de carbón en Europa, como está sucediendo a corto plazo. Con los recursos que provengan de esa recuperación, y del petróleo, se puede fomentar la diversificación de la economía y preparar la transición. No es una idea nueva: en 1936, el intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri habló de “sembrar el petróleo”.
El presidente electo Gustavo Petro tiene razón en decir que hay una transición energética mundial, pero está terriblemente equivocado al calcular el ritmo de este cambio. La consultora Perret Associates, en un informe sobre el mercado de carbón publicado en mayo, habla de un “renacimiento del carbón”. Los precios aumentan y los mercados más cercanos a Colombia, antes cerrados, están volviendo a comprar.
Sudáfrica se está preparando para volver a proveer de carbón al mercado europeo. Si Gustavo Petro es consecuente con su discurso de posesión, estaría dispuesto a impedir que Colombia también lo haga.
Es equívoco plantear el tema en términos de nuestras simpatías morales y el deseo de que el mundo cumpla sus objetivos de tener energías limpias versus el egoísta cortoplacismo y afán de dinero que nos ha traído al borde de la catástrofe ambiental. Esa no es la disyuntiva de Colombia, como sí es la de Alemania.
Nuestra disyuntiva es si prepararnos desde ahora para el eventual colapso de los mercados de petróleo y carbón, que no sucederá en el 2030 como vaticina Petro, sino muchísimo después (de hecho, seamos sinceros, ni siquiera sabemos si sucederá), o si seguimos bebiendo de la teta petrolera y carbonera sin diversificar la economía (y la mejor forma de fomentar la diversificación de la economía, desde la presidencia, es haciendo obras de infraestructura).
Así que el matiz es el siguiente: comparto con el presidente electo la necesidad de diversificar y desarrollar la economía para que no sea dependiente del petróleo y el carbón. No comparto la idea de que le corresponda al presidente sabotear la producción de petróleo y carbón antes de que siquiera se reduzca la demanda por los productos; no hay necesidad.
Nuestra lucha ambiental debe estar enfocada a la protección de los bosques tropicales. Allí tenemos una influencia planetaria mucho mayor, y para ello no tenemos que sacrificar la economía nacional.
Twitter: @santiagovillach