El video de Cohen tiene interés periodístico

El video es hipnotizante y, si bien no es periodismo, tiene valor periodístico.

Un incauto Iván Duque, con lentes oscuros y barba de actor sapiencial (que, seamos sinceros, mejora considerablemente su aspecto físico), cae en la ingeniosa trampa de Dan Cohen, un periodista que ha hecho su carrera dentro de esa hipócrita izquierda política que ataca justificadamente los efectos negativos de la política exterior estadounidense y del colonialismo sionista israelí, pero que acto seguido da el injustificable salto a proteger los, a lo menos, equiparables abusos de China y Rusia contra sus minorías o vecinos, solo porque son los países rivales de Estados Unidos en el escenario mundial. Es el tipo de izquierda que, por su afán de denunciar el orden liberal de las democracias occidentales, puede acercarse peligrosamente a la ultraderecha.

Tomemos, como ejemplo de esas posiciones que protegen los crímenes de lesa humanidad de los países rivales de Estados Unidos, su pieza de opinión sobre el genocidio a los uigures en China (ver), en la que invierte la cadena de acontecimientos y por ende la cadena lógica, para limpiarle la cara al Partido Comunista de China. Cohen da a entender que el genocidio a los uigures fue una fabricación de los medios occidentales que comenzó en 2017 para generar animadversión hacia China entre el público estadounidense. En realidad, los grandes medios se demoraron en cubrir los abusos contra la población uigur en Xinjiang, una región donde se nos prohibía el acceso a periodistas extranjeros sin un permiso especial (¿por qué sería?). La represión inició con la invasión de Mao Zedong en 1949, pero en 2014 iniciaron una política de solución final de absorción étnica y política de Xinjiang.

Pero este no es el tema de la columna.

En una acera de Washington DC dos extremos se topan: el uno vanidoso, el otro engañoso. La estrategia de Cohen es rastrera. Se acerca a Duque como si fuera un admirador y el expresidente, encantado de que un estadounidense lo reconozca en la calle, lo elogie y quiera una selfie con él, posa sonriente mientras Cohen dice: “Can we say Ñeñe Hernández?”. El giro es cruel y, narrativamente, espléndido.

Nadie puede prever cómo reaccionaría a una situación de ese tipo. Exige pensar muy rápidamente y, por ello, exige experiencia. Pero Duque no la tiene. El expresidente fue político durante, a lo sumo, nueve años. Llegó a la cima casi de inmediato gracias al apoyo de Álvaro Uribe, pero no porque se hubiera hecho a sí mismo. Por eso, durante el intercambio con Cohen, Duque se ahoga en su impericia.

Comienza con una reacción frívola, diciendo que nada de Ñeñe Hernández porque era un hijo de puta. Luego trata de responder con calma a sus preguntas, que van subiendo de tono hasta que Cohen le dice directamente a Iván Duque que es un narcotraficante. Ahí ya todo se va al traste. Duque le grita a Cohen en inglés que se vaya para la mierda mientras este le grita paraco y asesino. Qué bien representa el expresidente a Colombia en esta pieza periodística de primer nivel.

Alguien más curtido y sabio le habría dado una palmadita en la espalda a Cohen y se habría ido sin decir ni una palabra más. Finalmente, eso no era una entrevista sino lo que en Estados Unidos llaman un “heckle”.

Ahora, no siempre hace falta experiencia en política. Martín Santos sorteó una situación similar con humor tranquilo, cuando le respondió a una mujer que le preguntó entre insultos en qué se gastaba la plata que se había robado su papá con: “Aquí me la estoy gastando en sushi y gaseosa”.

Pero no por ello va uno a expresar solidaridad con Duque. Cohen está en su derecho de hacer eso y no es nada en comparación a las preguntas que han quedado sin resolver en torno a su presidencia, que tuvo la mayor concentración de poder desde la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla. La Fiscalía, bajo la dirección de su amigo personal Francisco Barbosa, archivó la investigación sobre las donaciones de Ñeñe Hernández, ese narcotraficante cercano a Iván Duque. La explicación que hace Cohen de Duque en el video de Redacted (ver) es en su mayoría cierta.

Eso es lo importante. Lo que debe preocuparnos no es si la vanidad del expresidente Duque quedó mutilada sobre una acera de DC, sino cuándo el Estado colombiano va a responder a las preguntas que quedaron pendientes sobre las financiaciones a la campaña de Duque, cuándo habrá justicia en torno a los $70.000 millones que debían usarse para el internet de los niños de las regiones más vulnerables, pero que se robaron, y quién responde por su sabotaje del Acuerdo de Paz de 2016, que transformó la época de mayor esperanza en Colombia en una nueva etapa de la guerra.

Así que, en efecto, tiene valor periodístico que un video nos recuerde esos episodios, y si bien el video callejero en sí no es periodismo, la explicación que Cohen hizo en su programa sí es periodismo. No nos distraigamos.

Twitter: @santiagovillach