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¿Es verdad que las protestas en China van a tumbar al Partido Comunista?

Santiago Villa
01 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.

Es difícil medir el alcance de las protestas en China a partir del cubrimiento de los medios de comunicación occidentales. Más que los corresponsales mismos que están en el terreno, quienes manejan la línea editorial en Europa y, en especial, Estados Unidos, tienden a sobredimensionar el descontento de la población en torno a ciertos temas, a exagerar los problemas económicos o a proyectar más deseos de libertad y democracia sobre la población de los que realmente tienen.

Desde América Latina, por su parte, la tendencia editorial ha sido privilegiar los aspectos más excéntricos de la cultura china o lo que refuerza ciertos mitos ya arraigados. Los sesudos cubrimientos políticos o las particularidades regionales de su proceso económico eran los artículos que menos interesaban para una edición de fin de semana. Cuando era periodista independiente, me resultaba más fácil vender, por ejemplo, artículos sobre qué armas de fuego podían los chinos comprar a través de Taobao, el Amazon de China.

Yo no podría lanzar la primera piedra porque alimenté este orientalismo editorial más que cualquiera. Cuando fui editor de China Files, en sus inicios el único medio de comunicación independiente en idioma español que hacía cubrimientos desde China (ahora solo existe la versión en italiano del portal), necesitábamos más clicks en nuestra página web. Para lograrlos diseñé una sección llamada “La verdad sobre China” en la que semanalmente respondíamos a ciertos mitos sobre China, entre más amarillistas, mejor. “¿Los chinos comen carne de perro?” fue el artículo más visitado en la historia de nuestro portal.

Vamos al tema que titula esta columna: ¿Es verdad que las protestas que hoy vemos en China van a tumbar al Partido Comunista? Si hoy tuviera que apostar dinero a una respuesta, diría que no.

Por un lado, lo que motiva las protestas, el manejo de la pandemia, no es un tema que implique una reforma política. A diferencia de las protestas en la Plaza Tiananmen, con la que tantas comparaciones se han hecho esta semana, los ataques directos al gobierno y el sistema han sido marginales (aunque han recibido el más intenso cubrimiento por parte de medios occidentales, generando la ilusión que son más amplios).

El Partido Comunista puede hacer ajustes a la política COVID sin siquiera acercarse lejanamente a cambios estructurales. Simplemente será vergonzoso para el líder supremo Xi Jinping. Los estudiantes de Tiananmen, en cambio, sí estaban exigiendo directamente combatir la corrupción e introducir reformas políticas.

Las protestas más recientes también han sido pocas, cortas y desorganizadas. No son multitudinarias manifestaciones que se alargan durante días y días, ni alimentan divisiones ya existentes entre el liderazgo del Partido Comunista. Es posible relajar las medidas de COVID, pero el Partido Comunista está calculando cómo hacerlo pagando el costo político más bajo posible.

Lo absurdo es que la terquedad de Xi Jinping lo acorraló.

Primero, por estúpidos motivos nacionalistas, Xi decidió que en China solo se aplican las vacunas chinas, que son menos efectivas que las occidentales. Esta ineficacia en las vacunas lo llevó a implementar la política de cero COVID, para no sobrecargar el sistema de salud.

Segundo, dejó que los gobiernos locales aplicaran a su manera este manejo de cero COVID, sin tener una supervisión detallada, lo cual condujo a abusos como el de la ciudad de Urumqi, donde 10 personas murieron en un edificio que se incendió durante una cuarentena forzada.

Uno de los mayores peligros que crea para sí mismo todo líder autocrático es que los problemas pequeños y grandes del país se vuelven responsabilidad suya y cualquier cambio de política se interpreta como una señal de debilidad y contradicción. Xi quiere evitar la vergüenza de aceptar el monumental fracaso de su manejo de la pandemia, pero es insostenible querer negar que el COVID-19 seguirá propagándose durante décadas por el mundo. China no puede seguir cerrada indefinidamente.

Así que habrá cambios, pero serán graduales. Comenzarán a aplicarse en algunas ciudades pequeñas primero para luego ampliarlos. Entretanto, las principales ciudades tendrán menos cuarentenas, pero más arrestos.

La respuesta más efectiva para el país sería introducir una mayor variedad de vacunas al sistema de salud chino, pero es improbable que el orgullo político del Partido Comunista les permita solucionar esto de forma pragmática. Esa practicidad china que tomaba lo bueno de occidente y que permitió el titánico éxito del país en las décadas de los 80, 90 y 2000, parece fuera de lugar en la era nacionalista de Xi. Esperemos que los líderes de nuestra región tomen nota de que ser anti-occidental por principio es una postura anticuada, obtusa, autodestructiva y perjudicial para sus países.

Twitter: @santiagovillach

 

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