Tenía lista para enviar mi columna de la semana pasada, pero después de que ocurrió el incidente entre el equipo periodístico de Noticias Uno y las participantes de una marcha contra el feminicidio, decidí no publicarla y reflexionar mejor sobre mi posición.
El texto era un desarrollo de una columna anterior, la primera del año 2021, en la que me preguntaba si en nuestra sociedad la libertad de expresión estaba dando paso a la libertad de ocupar espacios sin sentirse agredido u ofendido. Esta tensión no es nueva. En el 2006, la asociación Laicos por Colombia demandó penalmente a la revista Soho por publicar fotos que ofendían sus sensibilidades religiosas.
Lo que sí resulta nuevo es que movimientos, tendencias e ideologías que supuestamente simpatizaban con las posiciones de tolerancia y libertad, que se abrieron un espacio yendo en contracorriente y a menudo ofendiendo a las instituciones más tradicionalistas de la sociedad, ahora piden limitar los espacios públicos, la libertad de expresión y el libre ejercicio de la prensa.
En mi columna anterior me preguntaba si estas posiciones tenían bondades. Si era hora de aceptar que el concepto de libertad cambia. Hice el intento de ver las cosas desde esa perspectiva, pero no he quedado convencido. Sigo pensando que la libertad de expresión es más importante que la libertad de habitar un espacio sin sentirse ofendido.
Es fácil poner las cosas en términos absolutos. Es sencillo trazar las fronteras de lo aceptable (burlarse de la Iglesia católica) y lo inaceptable (ser racista) cuando hablamos en términos de blanco y negro y nos movemos entre ejemplos fáciles. Es más difícil cuando contraponemos las buenas intenciones a la libertad. Cuando oponemos las causas con las que simpatizamos a la libertad.
Después del incidente entre el equipo periodístico de Noticias Uno y algunas de las mujeres que asistieron a la manifestación contra el feminicidio, la Fundación Manifiesta difundió un cuadernillo para la prensa sobre “Cómo cubrir una marcha feminista” y redactó un análisis sobre lo sucedido con Noticias Uno.
Todos los consejos son apropiados y hay que tomar nota de ellos, salvo uno: “El equipo que vaya a cubrir la marcha debería estar conformado por mujeres”. Ningún movimiento feminista debería hacer esta petición, porque está limitando el libre ejercicio de la prensa. El género de quien conforme el equipo periodístico no puede ser un requisito para hacer un cubrimiento en espacio público y quienes organicen espacios privados, idealmente, no deberían limitar el ingreso de un periodista por motivos de género, de raza, de religión, etcétera.
Puede existir el impulso de aceptar este tipo de limitaciones al libre ejercicio de la prensa porque simpatizamos con la causa. El artículo publicado por Fundación Manifiesta distingue su limitación al libre ejercicio de la prensa de la limitación que podría hacer, por ejemplo, un grupo de ultraderecha porque “las motivaciones de cada sector no pueden ponerse en el mismo cesto. No es lo mismo que un grupo de ultraderecha restrinja medios para mantener la imposición de una postura hegemónica, a las exigencias de un movimiento político que quiere sentirse seguro en sus propios espacios”.
El problema es que sí es lo mismo. Limitar a la prensa es limitar a la prensa. Punto. No importan las buenas intenciones ni las motivaciones. No podemos normalizar que grupos de interés ataquen el libre ejercicio de la prensa. El motivo para no aceptar esto no puede ser que si hoy lo hace un movimiento feminista, entonces mañana lo puede hacer un movimiento racista. El motivo es que las buenas intenciones del movimiento feminista no están por encima de la libertad de prensa. Ningún grupo de interés puede decidir quién puede y quién no puede cubrir eventos en lugares públicos.
Más adelante se dice que la razón para pedir que los eventos sean cubiertos por solo mujeres periodistas es que las víctimas de agresiones sexuales se sientan seguras, que no se sexualicen los cuerpos de las manifestantes y que haya mayor paridad laboral en el periodismo. Esto es precisamente lo espinoso. Nadie debe oponerse a que una víctima se sienta segura, a que el cuerpo de la mujer no se sexualice y a que haya más paridad de género en el ejercicio periodístico. Pero me mantengo: la solución a esto no puede ser que los hombres no puedan hacer el cubrimiento de un evento en un espacio público. De nuevo, eso es limitar el libre ejercicio de la prensa.
Retiré mi columna de la semana pasada y desisto de simpatizar con estas posiciones porque, así estemos presenciando un cambio histórico, sigo estando del lado de las libertades tal como las hemos venido entendiendo en las democracias liberales. Sigo pensando que proteger la libertad de todos sigue siendo más importante que proteger el interés de un grupo, siempre y cuando esa libertad no cruce los límites de la difamación y la agresión.
Twitter: @santiagovillach