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¿Puede Colombia confiar en China?

Santiago Villa

31 de mayo de 2025 - 12:05 a. m.

Es interesante y alentador que China quiera tener una mayor participación en Colombia, que se exploren nuevas rutas de cooperación y que su cuerpo diplomático sea representativo de una nueva generación de chinos que conocí durante los años que viví en Pekín. Personas con un interés por el mundo, algunas aprendiendo español y muy interesadas en América Latina. Representantes de una faceta de China que, luego de una etapa inicial de intereses centrados en el mundo desarrollado, en Asia y en África, comienza a abrirse más a América Latina.

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Hasta hace relativamente poco, América Latina era para China un espacio bastante lejano y casi irrelevante. No hay muchos lazos históricos y culturales más allá de algunas inmigraciones dispersas y anécdotas históricas como el Galeón de Manila. Nuestro continente es visto como peligroso y el viaje para llegar a cualquier ciudad es tremendamente largo. También hay ciertas barreras de conocimiento y prejuicios. Un chino me dijo alguna vez que no quería visitar América Latina porque temía a los terremotos, con la ironía que el segundo sismo más mortíferos del siglo XXI ocurrió en Sichuan.

La entrevista que publicó el miércoles La Silla Vacía, con el embajador de China en Colombia, Zhu Jingyang, y cuya lectura recomiendo, es un excelente ejemplo de las oportunidades que el nuevo acercamiento de China ofrece, pero también de sus límites.

Lo que más llama la atención es cómo el embajador Zhu enmarca las relaciones en un asunto de competencia moral, es decir, que China es un socio más justo que Estados Unidos. Durante una presidencia Trump que envía a ciudadanos venezolanos a campos de concentración en El Salvador, que amenaza con invadir a Panamá para retomar el canal, que por poco impone aranceles a México que destruirían su economía y que amenaza con bloquear los préstamos del BID para la infraestructura en Colombia, es difícil no ver a China como un panda amigable.

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La guerra diplomática y económica de Estados Unidos con China está dificultando que Colombia pueda aprovechar la experticia de empresas chinas de infraestructura sin tener que acudir a préstamos por parte de China para desarrollarla. La ventaja que ha tenido hasta ahora Colombia al trabajar con empresas chinas es que mantiene negociaciones responsables. Si bien no sabemos qué sucede tras bambalinas, la financiación se busca con préstamos de terceros. Es decir, los proyectos de infraestructura chinos en Colombia son menos una inversión de china que una contratación de empresas chinas como se haría con cualquier otro país.

Si Estados Unidos corta esa financiación estamos en problemas, pues no es ideal que el préstamo para ejecutar el contrato provenga del contratista. Ese fue el problema de Sri Lanka y los otros países que se citan como relatos de advertencia cuando se habla de inversiones chinas en infraestructura. Ahora, todo depende también de cómo se negocie la financiación, pero si Colombia no tiene otras opciones, China no tendrá tampoco motivación para ofrecer condiciones más favorables. En otras palabras, es mejor tener más de una opción sobre el mantel, pero el gobierno Trump lo dificulta.

América Latina tiene otra gran ventaja para relacionarse con China: estamos lejos, no compartimos frontera y no hacemos parte de su círculo de influencia. Quedaríamos pasmados por la afirmación que China no haría nada a nosotros que nosotros no quisiéramos que nos hicieran si fuéramos un país como Birmania, donde China apoya a la junta militar, pero también a grupos armados rebeldes, navegando el conflicto interno en su vecino país para sacar ventajas.

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A China, en cambio, no le interesa involucrarse abiertamente en el conflicto armado colombiano, a pesar de que afecta directamente a sus empresas, como la minera Zijin, cuyas inversiones en la mina de Buriticá quedaron empantanadas por la minería ilegal del Clan del Golfo.

Durante la entrevista, el embajador Zhu dejó claro que no reemplazaría las ayudas militares de Estados Unidos, que son esenciales para que el Estado colombiano mantenga control sobre buena parte del país. Esto quiere decir que no estamos en condiciones para reemplazar a Estados Unidos con China como socio, si llegásemos a una situación donde la elección fuera impuesta. Ojalá eso no suceda.

Y aquí viene el principal problema de cómo Zhu enmarca el tema. Aunque es cierto que la infraestructura es un problema esencial y motor del conflicto, la estabilidad de Colombia en el día a día depende de la ayuda militar. Esto me hace pensar en esa incomprensión involuntaria o no de la perspectiva China hacia Colombia: no quieren comprometerse con ayudas que no estén enmarcadas en negocios que les sean favorables.

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El embajador Zhu dice que los acercamientos con China no se daban por un problema de prejuicios por parte de Colombia, pero esto es sólo en parte cierto. Lo que tenía más influencia en que las relaciones no fueran más cercanas era el desinterés de China hacia Colombia. Presencié durante años cómo los diplomáticos colombianos hacían enormes esfuerzos por atraer inversión china y por involucrarla en importantes proyectos de interés nacional, como la financiación de los acuerdos posteriores al proceso de paz, pero China no quería saber del tema. Lo que realmente le interesaba era acceso a la industria del petróleo y a los grandes contratos de construcción, que era donde estaba el lucro.

Threads: @santiagovillach

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