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Qué tienen en común Iván Duque y la crisis en Taiwán

Santiago Villa

19 de agosto de 2022 - 12:00 a. m.

Iván Duque fue honrado como miembro del Wilson Center, una prestigiosa organización pública y privada estadounidense. Esperemos que el ex presidente Duque pueda estar a la altura de sus colegas en este centro de pensamiento que, por demás, lleva el nombre de quien traicionó a la naciente república China para proteger el racismo en los Estados Unidos.

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Woodrow Wilson pasó a la historia como un promotor de la paz (y lo fue), pero también tomó unas decisiones oscuras, que detonaron la cadena de desastres que unen al Tratado de Versalles con la actual crisis en el estrecho de Taiwán.

Para celebrar la rendición de Alemania en 1918, el presidente Xu Shichang declaró tres días de festivos nacionales. Pekín brilló de júbilo, fuegos artificiales y desfiles. Más de cien mil personas recorrieron las calles con bandas marciales.

Al bisabuelo de mi suegro, por cierto, casi le alcanzó la vida para presenciar la algarabía generalizada, o ver los aviones que dejaban caer banderas de China y mensajes de paz sobre la ciudad, o los fuegos artificiales, que cuando estallaban soltaban papelitos en forma de animales, soldados y máquinas de guerra. De haber vivido diez años más, y no haber fallecido antes de los 40, quizás habría estado entre los profesores que lideraron algunas de las manifestaciones de júbilo de 1918; y quizás también habría estado en las manifestaciones de indignación de 1919, cuando a Pekín llegó noticia de lo que se firmaría en el Tratado de Versalles.

Había un interés nacionalista tras la alegría china por el fin de la Gran Guerra. Además del área que Alemania tenía asignada en cada una de las concesiones extranjeras ―esos barrios administrados por los poderes europeos y por Estados Unidos en las principales ciudades comerciales―, el káiser tenía bajo su poder a casi toda la provincia de Shandong, un extenso territorio costero a medio camino entre Pekín y Shanghái.

Se esperaba que, con la derrota de Alemania en la Gran Guerra y el apoyo que China brindó a los Aliados, el armisticio le devolviera Shandong. Había, sin embargo, un obstáculo: Japón también apoyó a los Aliados durante la guerra. Tan pronto entró al conflicto, en octubre de 1914, envió sus acorazados al otro lado del mar Amarillo y conquistó los territorios alemanes en China. Así que los territorios que China quería de vuelta estaban en manos japonesas. Japón ideó una exitosa estrategia de negociación para no entregarlos.

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Los japoneses, para entrar a la Liga de las Naciones propuesta por Woodrow Wilson, exigieron una cláusula de Igualdad Racial, según la cual ningún país miembro de la Liga podía practicar la discriminación racial. Dado que Estados Unidos tenía leyes de segregación innegociables, Japón ofreció descartar esta exigencia para entrar a la Liga, a cambio de que Estados Unidos dejara de apoyar a China en la cuestión de Shandong. Trato hecho.

El apaciguamiento suele atizar las ambiciones de los regímenes y organizaciones militaristas, más que paliarlas. Durante los años siguientes, Japón ocuparía cada vez más territorio en China, y se prepararía para una invasión pura y dura que estalló en 1936.

Aunque la historia es más compleja, una parte de ella se puede resumir en que las protestas del 4 de mayo de 1919 contra el Tratado de Versalles fortalecieron una dura corriente nacionalista que pronto se vinculó al comunismo internacional. Entre 1927 y 1949 se libró una guerra civil que enfrentó al Kuomintang, es decir los herederos del gobierno que Wilson traicionó, y a los comunistas bajo el liderazgo de Mao Zedong.

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Chiang Kai-sheck y los demás líderes del Kuomintang huyeron a la isla vecina de Taiwán, que en 1945 regresó a China tras ser invadida por los japoneses en 1895. Dado que el gobierno legítimo de China, que Estados Unidos reconoció hasta 1979, fue la República de China (Kuomintang), y no la República Popular China (Partido Comunista), la defensa de Taiwán contra la constante amenaza de invasión comunista fue una política de Estados Unidos desde el primer día del gobierno en el exilio.

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En 1979 Estados Unidos dejó de reconocer al liderazgo en Taiwán como el legítimo gobierno de China, pero mantuvo su defensa del gobierno independiente de la isla. Esta ambigua postura ha mantenido la paz durante más de 40 años, pero no es una solución definitiva. Taiwán no es un país reconocido por Estados Unidos, pero Estados Unidos está dispuesto a ir a la guerra para proteger su autonomía. Casi nadie en Taiwán quiere hacer parte de China, pero China no reconoce el derecho de los taiwaneses a ser independientes.

La paz, entonces, por lo pronto depende de que este problema no se solucione, sino que quede pendiente de una generación a la siguiente.

Twitter: @santiagovillach

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