Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Tamá y la metáfora de ser colombiano

Sergio Ocampo Madrid

22 de diciembre de 2025 - 12:01 a. m.

Tenía solo tres meses cuando asesinaron a su madre en 2014; desde entonces fue recluido en un hogar de protección, donde creció; a pesar de que no podía tener quejas de ese lugar, pues lo trataban muy bien, decidió fugarse en 2022 cuando iba a cumplir nueve años. Estuvo andaregueando unos 15 días en un bosque cercano hasta que lo descubrieron y lo regresaron al albergue. Con la evidencia de que estaba en condiciones de valerse por sí mismo, lo prepararon tres años para dejarlo ir, y hace una semana todo estuvo listo. El miércoles era el día de la libertad; la mañana transcurrió, y cuando faltaba menos de una hora para el momento feliz, comenzó a tener dificultades respiratorias y murió. Murió.

PUBLICIDAD

Es la historia de Tamá, un oso de anteojos que logró conmovernos hace unos días cuando la prensa reveló que estaba a punto de ser liberado y luego nos sorprendió con la noticia de que había fallecido en el helicóptero que lo transportaba hacia el parque natural de donde era nativo, en Norte de Santander, allí donde un cazador asesinó a su mamá y de donde fue rescatado y traído al parque Jaime Duque. La decisión de liberarlo en su hábitat se había tomado desde 2022, tras constatar con sorpresa que sobrevivió sin problemas el par de semanas en que estuvo fugado del parque, él, un animal acostumbrado a recibir el alimento de manos de unos cuidadores. El miércoles, el mal tiempo no permitió aterrizar la aeronave y cuando regresaba a Cúcuta el animal ya no respiró más.

La historia de Tamá es una poderosa metáfora de ser colombiano, de la tragedia de ser colombiano: de trasegar desde muy temprano con la muerte cerca, de aprender a caminar vacilando entre las dificultades, recibir golpes duros, soportar orfandades, ser espectador, y a menudo víctima, de unas lógicas de violencia y barbarie; pero también, como en la especie a que pertenece este oso, que es el gran solitario de los Andes, de asumir la subsistencia como iniciativa privada, que no colectiva, en un sálvese quien pueda, en la actitud de no dejarse morir, pero en la certeza de que se está solo en esa tarea de sobrevivir, por uno y por los de uno. Y, además, perseverar en una búsqueda ansiosa por la libertad, la tranquilidad, la paz, pero intuir de antemano que no se va a conseguir, que terminarán faltando cinco centavos pal peso. Yo veo a Colombia en la historia vital de este oso, huérfano desde cachorro, víctima de las balas de hombres armados, luego atrapado en ambientes pequeños sin poder desarrollar sus potencialidades reales, en fuga a la libertad, en demostración de sus habilidades para adaptarse y sobrevivir, para rebuscarse, en preparación mental y física para ser libre, y al final recibir la constatación trágica de que la libertad, o el bienestar, o la paz, o la vida sabrosa no fueron posibles. No, porque se acabó el tiempo.

Read more!

Es la historia que se recicla, año a año, que nos produce una desazón vital, como pueblo, como colectivo, y asombros fugaces cuando nos cuentan un nuevo episodio triste de muerte, y volvemos a mostrar sorpresa al ver que las causas van de lo eventual a lo absurdo, de lo previsible a lo inverosímil. Es la historia de Jaime Esteban Moreno, quien va a una fiesta el 31 de octubre, y termina con la cabeza y la columna molidas a golpes por gente de su misma edad. La de Jean Claude Bossard, un tipo feliz de 29 años que cayó muerto por no dejarse robar de un niño de 16, y la de su familia que vino a festejar su cumpleaños desde Barranquilla, pero terminó asistiendo a su funeral el pasado 5 de diciembre.

Read more!

Es la historia de Shelsy Navarro, de tres años, muerta y escondida en un costal en Guajira, el 10 de este mes, dos días antes de graduarse del kínder, y también la de Gabriel, su supuesto asesino, ejecutado de modo sumario por hombres armados, y cuya cabeza fue expuesta en el caserío. Es la de Carlos Cardona, Daniel Arismendy, José Orrego, Juan Hincapié, Laura Salazar, Camila Pérez, María Fernanda Londoño, Mariana Galvis, Mariana Upegui, Mateo Castaño, Mathías Berrío, Paulina Anduquia, Sara Escobar, Susana Arango, Valeria López, Yeraldin Yepes, que fallecieron el domingo pasado, cuando el bus en el que venían de su excursión de grado se desbarrancó en Antioquia, y la del conductor Jonatan Taborda. Una semana antes grabaron el último llamado a lista de su promoción.

Es la historia de Dylan Cruz, caído en 2019 por estar en la trayectoria de una bala, como dijo un comandante policial, o ultimado por no estar estudiando y a cambio de eso estar protestando, como sugirió María Fernanda Cabal. La de Rosa Elvira Cely, vendedora de dulces y estudiante de bachillerato nocturno, empalada y desangrada en el Parque Nacional en 2012, “por haber salido con dos compañeros en la noche”, como quedó en un documento de la Secretaría de Gobierno de Bogotá, cuya cabeza era Miguel Uribe Turbay, quien se disculpó por esas palabras; justo es la historia también de él, asesinado el 7 de junio por querer hacer política y soñar con ser presidente, aunque desde ciertos rincones murmuraron hasta el final que su atentado era una estrategia. Es la de Luis Andrés Colmenares y su extraña muerte por la que no terminó respondiendo nadie; es la de los siete soldados, todos menores de 20 años, masacrados por el ELN hace tres días en el ataque a una base en Aguachica, Cesar…

Todos murieron por motivos del subdesarrollo: la violencia como mecanismo único para resolver conflictos, como actitud y respuesta automática, la consideración discrecional de la norma y las leyes, la impunidad, el desorden social, la crispación colectiva fomentada desde el discurso político, la escasez de controles, etc. Nos tomamos muy deportivamente eso de la vida y eso de la muerte.

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.