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2023: caminando en la cuerda floja

Sergio Otálora Montenegro
07 de enero de 2023 - 05:00 a. m.
"¿Podrá el sistema democrático gringo, en lo político y legal, superar las presiones, las teorías de conspiración, los embates del neofascismo republicano, y generar un proceso penal que se vea legitimo y necesario ante los ojos del electorado? ¿Podrá, con todas las de la ley, llevar a un corrupto como Trump a la cárcel?".
"¿Podrá el sistema democrático gringo, en lo político y legal, superar las presiones, las teorías de conspiración, los embates del neofascismo republicano, y generar un proceso penal que se vea legitimo y necesario ante los ojos del electorado? ¿Podrá, con todas las de la ley, llevar a un corrupto como Trump a la cárcel?".
Foto: EFE - Jim Lo Scalzo/Giorgio Viera

MIAMI.- En el arranque del nuevo año, este país enfrenta una de sus grandes pruebas de fuego: llevar a los tribunales, juzgar y condenar a un expresidente que buscó, por todos los medios legales e ilegales, sabotear el contundente resultado electoral que le dio la victoria a Joe Biden.

Trump lo intentó todo: perdió más de 60 demandas en las que sus abogados no pudieron demostrar que hubo fraude electoral masivo; presionó a varios funcionarios estatales para que alteraran los resultados de las votaciones; quiso nombrar a un procurador que, mediante falsedades, buscara anular la certificación de los delegados de varios estados al colegio electoral; presionó al vicepresidente Mike Pence para que, utilizando poderes que no le concedía la constitución y basado en mentiras o falsificación de documentos, decidiera invalidar el triunfo de Biden y declarar a Trump ganador.

Cuando nada de eso funcionó, Trump tomó la vía de incitar a la insurrección y no hacer nada mientras cientos de sus simpatizantes invadían de manera violenta el Capitolio. El objetivo era claro: abortar el proceso que solía ser un ritual de confirmación, cada seis de enero, en una sesión conjunta de Senado y Cámara, de la voluntad popular expresada en la lectura de los votos de los delegados de los 50 estados en el colegio electoral.

Un comité especial de la Cámara, conformado para investigar lo sucedido el 6 de enero de 2021, publicó a finales de diciembre un devastador informe en el que la mayoría de quienes declararon sobre lo que sucedió ese día dentro y fuera de la Casa Blanca son republicanos, exfuncionarios nombrados por Trump, sus abogado y asesores, y altas autoridades estatales -también republicanas– que rechazaron de plano las maniobras del presidente que no aceptó, en público, que había perdido las elecciones. Porque en privado supo, porque se lo dijeron en todos los tonos posibles, y lo aceptó, que su intento de reelección había sido un rotundo fracaso.

El comité logro determinar, en más de mil entrevistas y cientos de documentos, comunicaciones, mensajes de texto y testimonios directos, cómo lo sucedido en el Capitolio fue planeado e instigado por Trump y sus aliados, e incluso cómo la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, se prestó para crear y transmitir documentos electorales falsos que favorecían a Trump.

A partir del 3 de enero, los republicanos asumen la mayoría en la Cámara y han prometido que se dedicarán a investigar la supuesta politización del FBI y del Departamento de Justicia; el manejo de la frontera sur por parte de Biden; la caótica salida de las tropas estadounidenses de Afganistán; los orígenes de la covid-19 y el papel de Anthony Fauci y, por último, el premio mayor: los supuestos negociados del hijo de Biden –Hunter- y la complicidad del presidente en los mismos.

En ese ambiente polarizado, con una “fiscalización” republicana que es más un ajuste de cuentas que un esfuerzo de buscar transparencia y control del poder, se podría dar la acusación penal del fiscal general, Merrick Garland, contra Donald Trump por los hechos del seis de enero. Al haber anunciado su candidatura presidencial, el ex inquilino de la Casa Blanca y sus aliados pintarán la posible acción de la justicia como un acto de persecución de un gobierno contra el líder de la oposición. La Cámara, con su poder de citar a audiencias, hará todo el ruido posible para reducir el impacto político de un juicio criminal contra Trump, caracterizar a la administración de Biden como un régimen dictatorial y a los líderes del Partido Demócrata como cómplices de una patraña, orquestada desde las profundidades del Pentágono y la Fiscalía, para impedir el triunfo electoral de los republicanos.

¿Podrá el sistema democrático gringo, en lo político y legal, superar las presiones, las teorías de conspiración, los embates del neofascismo republicano, y generar un proceso penal que se vea legitimo y necesario ante los ojos del electorado? ¿Podrá, con todas las de la ley, llevar a un corrupto como Trump a la cárcel?

Enormísimo Pelé: 1940-∞

Lo vi por ahí, en una red social: Pelé nació hace 82 años, pero trascendió los rigores mundanos de la muerte, y ahora pasa a la inmortalidad, al infinito. Ya su manera de pararse en la cancha, de moverse frente al adversario y de anotar goles bajo la alquimia de su propio estilo, eran leyenda.

Se inventó una forma de jugar, una poderosa gimnasia de talento, creatividad e inspiración que hoy, después de más de sesenta años de crearla, es reproducida por los mejores jugadores del mundo.

Fue héroe de mi infancia, como Muhammad Alí o Cochise. Durante el mundial de 1970, en México, fui consciente de la existencia de Pelé. Me identificaba con Rivelino, por ser zurdo, pero las camisetas que vendían llevaban el número 10 del Rey. La lucí con gran orgullo. Tengo algunas imágenes difusas de la final Brasil-Italia, la emoción de esos goles. En Colombia la televisión era en blanco y negro. Y el último partido se pudo ver sin la sombra profunda que marcó varios de los encuentros de ese mundial inolvidable.

Con Pelé el 10 se volvió una especie de talismán, de número reservado para los elegidos, aquellos tocados por la genialidad. Algo que va determinando que la vida de verdad pasa, es que tus ídolos de infancia van desapareciendo, pero eso es apenas un accidente terrenal: lo cierto es que la huella trasciende, pasa de generación tras generación, y no se diluye, sino se transforma en cada nuevo jugador que recoge, a vece sin saberlo, ese enormísimo legado. Enormísimo Pelé.

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