Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Amor de nana

Sorayda Peguero Isaac

08 de mayo de 2016 - 03:07 p. m.

Faltaban siete u ocho horas para que terminara el trayecto que nos llevaba desde Madrid hasta Santo Domingo.

PUBLICIDAD

Dijo que una de las azafatas le permitió cambiarse a un asiento desocupado. Se sentó a mi lado. Me preguntó si tenía hijos —ella sí—, si tenía miedo a volar —ella no—, si me dolían los oídos cuando el avión empezaba a descender —a ella sí—, si llevaba chicles en el bolso —ella llevaba—.Tenía una sonrisa pícara, como si atesorara una alegría secreta. Se había levantado a las 4:30 de la mañana para embarcarse en un vuelo Roma-Madrid. Trabajaba cuidando un niño italiano. Me mostró fotos del pequeño de dos años que guardaba en su celular: “Mira a Teo, il mio piccolo ciclón”. También me mostró fotos de otro niño, Carlitos, su hijo de ocho años. Cuando Marcia se fue a Italia, Carlitos iba a cumplir tres años. Lo dejó al cuidado de su abuela. Estuvieron hablando por teléfono la noche anterior: “No podía dormir. Mi pobre muchachito. Figúrate… cinco años que no lo veo. ¿Tú sabe con lo que me salió? Me dice: «Mami, hasta que tú no llegue, yo no voy a cerrá los ojos»”.

En algunos países de Latinoamérica, la palabra nana se refiere a las mujeres que trabajan cuidando niños en casas de familias. En español, nana también significa canción de cuna: el sortilegio que convoca el sueño. Gabriela Mistral decía que las canciones de cuna son un “coloquio diurno y nocturno de la madre con su alma, con su hijo, y con la Gea visible de día y audible de noche”. Hay madres que mientras cantan nanas a un niño están pensando en otro: el hijo que duerme lejos.

El documental Nana, dirigido por la fotoperiodista dominicana Tatiana Fernández, indaga los vínculos que se crean entre las nanas y los niños que cuidan. Muestra el testimonio de tres madres dominicanas que trabajan como niñeras internas, mientras sus hijos son criados por sus abuelas o sus tías. La sinopsis del largometraje plantea una pregunta: “¿Hay una sola manera de definir amor materno?”

Read more!

El vínculo que se establece entre una madre y su hijo durante los tres primeros años consta de elementos psicológicos, hormonales y sociales que son determinantes para el buen desarrollo cerebral del niño. Con frecuencia, por razones laborales, las cuidadoras principales de los niños no son sus madres. El apego, el contacto físico, el diálogo emocional —un alfabeto de llantos, risas, consuelos, arrullos, caricias—, y la cantidad de tiempo que comparten algunos niños con sus cuidadoras, pueden construir lazos idénticos a los que unen a las madres con sus hijos.

Las azafatas nos sirvieron un arroz amarillo con guisantes y pimientos rojos. “Eto e' lo que se llama una paella de pobre”, murmuró Marcia. También sirvieron pan, mantequilla, queso y una tarrina con pastel de chocolate. Marcia alcanzó su bolso de debajo del asiento delantero y empezó a guardar cosas: la mantequilla, el queso, el pastel y el pan envuelto en una servilleta. “Pa' Carlitos”, dijo. “Tú me ve así, contenta, porque voy a ver a mi muchachito, pero voy pensando en el otro”. Y hablaba del otro, del niño que cuida, como si fuera una parte muy suya: un hijo que no había nacido de su cuerpo. “¿Habrá comido bien? ¿Le haré falta? ¿A la mamá le habrá dado mucha brega dormirlo?”. Marcia mencionó que Teo se quedaba dormido con el arrullo de una nana que ella le cantaba; una nana que habla de un muñeco llamado Pimpón, que se lava la cara solo, que se desenreda el pelo con un peine de marfil y que se duerme, cada noche, con la salida de las primeras estrellas.

Read more!

sorayda.peguero@gmail.com

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.