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La carta era para ella. Cinco páginas clavadas con un cuchillo en el pecho de Theo van Gogh. Muhamad Buyeri fue el mensajero. Disparó varias veces contra el cineasta holandés, bisnieto de uno de los cinco hermanos del pintor Vincent van Gogh. “¿No podemos hablar de ello?”, murmuró Theo van Gogh mientras agonizaba en una calle de Ámsterdam. Muhamad Buyeri lo apuñaló varias veces. Lo degolló “en nombre de Alá”.
La carta era para la somalí Ayaan Hirsi Ali. Theo van Gogh y Hirsi Ali hicieron una película juntos: Sumisión. El cortometraje, que fue transmitido por la televisión pública holandesa en agosto de 2004, muestra a una mujer con un traje negro y transparente que insinúa su cuerpo desnudo y tatuado con versos del Corán. La mujer habla de sí misma y de otras mujeres. Habla de lo que significa para ellas casarse con un hombre que no desean, habla del modo en que son repudiadas cuando un familiar las viola y de cómo son azotadas y golpeadas “en nombre de Alá”.
Hirsi Ali tenía cinco años cuando le cortaron el clítoris y los labios de su vagina con unas tijeras: “Lo oí, como cuando el carnicero corta la grasa de un pedazo de carne. Un dolor inenarrable, penetrante, me subió por las piernas, y aullé”. A los 21 años, cuando su padre le dijo que tenía que casarse con uno de sus primos, buscó asilo político en Holanda. Si bien no estaba dispuesta a casarse con su primo, Hirsi Ali quería a su padre. Le pidió perdón a través de una carta. “Querida zorra mentirosa —le respondió él—: no me necesitas y yo no te necesito. (…) Éste es el último mensaje que recibirás de mí, del mismo modo que tu carta será el último mensaje que yo aceptaré de ti. Vete al infierno. Y que el diablo esté contigo”.
Cuando obtuvo el permiso para residir en Holanda, Hirsi Ali estudió Ciencias Políticas, trabajó como traductora para el Servicio Nacional de Inmigración, fue trabajadora social en refugios para mujeres maltratadas y diputada del Parlamento holandés. Después de leer el Manifiesto Ateo del profesor Herman Philipse, Hirsi Ali no solo rompió los lazos con su fe: se convirtió en una feroz opositora del islam.
La activista somalí propone una renovación del islam. Ha dicho públicamente que el profeta Mahoma se equivocó cuando dictó que las mujeres adúlteras deben ser azotadas y los homosexuales asesinados. Su osadía la convierte en una hereje, en un objetivo para los islamistas radicales. Hirsi Ali no deja de recibir amenazas de muerte. No va a ninguna parte sin sus guardaespaldas, pero no se paraliza ante las maldiciones que le lanzan los fanáticos. No deja de decir lo que piensa: “La vinculación entre violencia, sobre todo la violencia contra las mujeres, y el islam es demasiado clara para ser ignorada”.
En su manifiesto Reformemos el Islam (Galaxia Gutenberg, 2015), Ayaan Hirsi Ali sugiere a los musulmanes “dar prioridad a esta vida, no a la vida después de la muerte”. Mario Vargas Llosa dice que es un milagro que siga viva. Los periodistas le preguntan continuamente si no le teme a la muerte, si merece la pena vivir así. Hirsi Ali plantea sus propias preguntas: ¿Y si nadie hiciera nada? ¿Y si permaneciéramos en silencio? ¿Qué es lo que pasaría?
sorayda.peguero@gmail.com
