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El reino de las libreras

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Sorayda Peguero Isaac
29 de marzo de 2025 - 05:05 a. m.
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París, 19 de mayo de 1921

Mi querida Françoise,

Siento gran curiosidad por los personajes que empiezan a frecuentar La Maison du Livre Français. Con semejante variedad de parroquianos, caer en las garras del aburrimiento te será del todo imposible. Después de leer tu carta, me quedé pensando en el filólogo que puede identificar a cualquier poeta francés escuchando uno de sus versos, sobre todo, pensé en la esposa del embajador que te dijo cuánto le gustaría abandonar sus obligaciones diplomáticas para convertirse en librera.

A veces me pregunto en qué estaría yo pensando. Puesto que tenía una idea clara de lo que quería hacer, pero no la menor idea de cómo podía conseguirlo, he llegado a creer que la intrepidez que me trajo hasta aquí se debe a la llamada inapelable de la vocación. De lo contrario, no se explica que una joven inexperta se arriesgara a abrir una librería tan lejos de su hogar americano, en la orilla izquierda del Sena, y con los ahorros de toda una vida que le entregó su santa madre.

Podrás comprobar que prestar libros es mucho más fácil que venderlos. El éxito de la sección de préstamos de mi librería sigue siendo superior al que percibo por las ventas pero, todas las mañanas, cada vez que el camarero del café de la esquina me ayuda a subir los postigos de mi tienda, me invade la emoción de una adolescente que aguarda el momento de encontrarse a solas con su enamorado.

Estaba recordando algo que me contó Paul Valéry el otro día. Además de ser un conversador exquisito, parece estar en constante estado de gracia, siempre rebosante de buen humor. Aquel día se sentó a mi lado y empezó a hablarme con el semblante más serio que le he visto hasta ahora. Valéry vivió en Londres durante una etapa de su juventud. Estando allí, un sentimiento de miseria y total desamparo lo llevó a pensar que quitarse la vida sería su única salvación. Tenía una cama, una mesa, un viejo sillón y un armario en el que guardaba una pistola. Cuando fue a buscar la pistola con la que pretendía volarse los sesos, uno de los libros que tenía en las baldas cayó al piso. Sin saber explicar cómo ni por qué, se encontró apoltronado en el sillón, leyendo las primeras páginas del libro y riendo con el desenfreno de un loco. Lamentablemente, Valéry se olvidó del título. Solo recuerda que lo escribió un hombre de apellido Scholl.

¿Te imaginas al tal Scholl, escribiendo su libro en la habitación de un palacio o en una buhardilla de mala muerte, resuelto a terminar una obra destinada a salvar la vida de un mortal anónimo o la de un laureado poeta francés?

En eso nos parecemos las libreras y los escritores. No existen garantías de grandes recompensas para nuestros esfuerzos. De hecho, y sin ánimo de desalentarte, creo que nuestras satisfacciones espirituales superarán con creces las ganancias de índole material. Aun así, seguiremos insistiendo en nuestra misión sisifeana. Por eso se terminan de escribir algunos libros y algunos poemas, mi querida amiga. Por eso se siguen abriendo los postigos de Shakespeare and Company cada mañana.

No permitas que la impaciencia venga a devorarme mientras espero más noticias de La Maison du Livre Français.

Ahora sí, ¡por fin puedo darte la bienvenida al reino de las libreras!

Con cariño,

Sylvia

*Dos años después de que Sylvia Beach abriera Shakespeare and Company en París, Françoise Frenkel inauguró La Maison du Livre Français en Alemania. No tengo constancia de que existiera una amistad entre las dos mujeres. Me he servido de la ficción para crear un epistolario basado en sus experiencias como libreras y en sus recuerdos sobre algunos de los artistas más destacados del siglo XX.

sorayda.peguero@gmail.com

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GONZALO CARREÑO R.(02bph)30 de marzo de 2025 - 10:34 p. m.
Excelente. Se lee con placer y delicia. Qué buena columna.
Maribel Martinez(27840)30 de marzo de 2025 - 10:06 p. m.
Y fue como si hubiera pasado.
hernando clavijo(26249)29 de marzo de 2025 - 08:30 p. m.
Está Sylvia Beach publicò por primera vez en 1922 el Ulises d su amigo James Joyce
  • Felipe Fegoma(94028)30 de marzo de 2025 - 02:24 a. m.
    Nunca conseguí leer más que unas páginas del Ulises y lo hice para intentar emular a Gabo, que dijo que nunca consiguió pasar de la página 20 o algo así.
Edgar Salamanca(40706)29 de marzo de 2025 - 06:03 p. m.
Lo comparto totalmente.
Dora Finger(9m21a)29 de marzo de 2025 - 03:31 p. m.
Buena Columna. Me animó a buscar la historia de La maison du Livre in Berlin y la biografía de su fundadora. Muy interesante
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