Imaginen que nos acercamos a una mirilla que nos permite ver escenas de tiempos y lugares remotos. Será como observar el paisaje costumbrista de una pintura o un dibujo. El lugar es España. El año, 1956. Imaginen que ya estamos ahí, con las pestañas rozando el lente de la mirilla, viendo a una mujer que teje una red de malla que cae sobre el suelo como una alfombra de algas verdes. Se llama Manuela. Sus ojos diáfanos se fijan en la turista que lleva un rato mirándolas desde el puerto. Hay dos mujeres más: Dolores envuelve el cordel en la aguja, y Lucía, la portuguesa, remienda una red de trasmallo mientras canturrea una copla....
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